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Rafael de las Peñas, ante la capilla de la Virgen de los Dolores, en la parroquia de San Juan.
«No podemos desvirtuar el sentido de la Semana Santa»

«No podemos desvirtuar el sentido de la Semana Santa»

Rafael de las Peñas Díaz, pregonero de la Semana Santa de Málaga: «Es triste que haya guantazos por ir a un concierto y que el público para los cultos sea reducido»

Jesús Hinojosa

Lunes, 10 de noviembre 2014, 02:05

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Acostumbrado a estar en la trastienda, tanto a nivel profesional, como escaparatista, como a nivel cofrade, como vestidor de la Virgen de los Dolores de San Juan y experto en las lides estéticas, de albacería y de montaje de exposiciones, a Rafael de las Peñas le causa cierto vértigo tener que enfrentarse al atril del Cervantes el próximo 21 de marzo. Poco a poco va asumiendo que es el pregonero de la Semana Santa de Málaga de 2015, un nombramiento que no se esperaba. No obstante, se siente seguro al transmitir su amor por la Semana Santa, lo que le movió a decir 'sí' al pregón.

¿Qué alfileres piensa utilizar para vestir su pregón?

No puedo usar otros más que los que tengo. No soy una persona de una formación académica extraordinaria ni me dedico a una profesión que toque tangencialmente este tema, así que esos recursos no los tengo. Mi único fondo es mi conocimiento de la Semana Santa y mi profundo amor por ella. Intentaré que el pregón tenga un hilo conductor, que creo que es lo difícil, y darle un discurso que no sea al uso. Creo que ya hace años que se rompió la dinámica del pregón tradicional. No usaré ese alfiler.

¿El pregón tiene que ser exaltación o reivindicación?

Creo que, como dice Antonio Garrido Moraga, el pregón es un género obsoleto ya. Tenía sentido cuando no había otro modo para enterarse de las cosas que ir a la plaza y escuchar al que las pregonaba. La Semana Santa ya no solo se anuncia sino que se promociona de mil formas mucho más efectivas y rápidas. Por eso, no es que el pregón sea la fiesta del regodeo cofrade, pero sí la fiesta del sentimiento. Así, puede haber momentos en los que haya que reivindicar algo o alguien, pero eso, que está bien, no debe ser mayor que el componente de exaltación. Voy a procurar ser la voz de los cofrades de Málaga y puede que algunas de sus inquietudes estén en el texto.

¿Va a contar esa trastienda de la Semana Santa de la que muchas veces no se habla?

Es que yo soy un hombre de la trastienda, si no hablo de eso, ¿de qué voy hablar? No conozco otra cosa y creo que la gente no me creería si me pusiera en otro papel.

¿Entiende que otras personas hayan podido o puedan rechazar el nombramiento como pregoneros de la Semana Santa de Málaga?

Lo entiendo perfectamente. Me parece una postura muy respetable e incluso sensata porque uno se deja llevar por el corazón y dice sí a algo que luego la razón te hace pensar si has hecho bien en aceptar. Diría que incluso las admiro, porque esto es un honor inmenso. Decir que no al pregón te da un perfil de una persona muy íntegra, con las muy cosas claras, y parece ser que también poco pasional.

En una entrevista a este periódico el tristemente desaparecido cofrade y también pregonero Jesús Castellanos dijo que sobraban «todos los carteles y todos los pregoncillos». ¿Está de acuerdo?

No voy a escribir sobre las líneas de Castellanos. Le admiraba profundamente. Es más, desde que dio su pregón en el año 2000 hasta el 2015 que me va a tocar a mí, creo que todo eso ha ido en aumento y que no consigue el efecto que debiera. Todo ese tipo de cosas están diluyendo el verdadero sentido de la Semana Santa. Reconozco que no he conocido el mundo de las cofradías en mejor momento que ahora, tanto a nivel humano como patrimonial, pero ojo, esa expresión que anda por ahí de la 'afición sin Dios' es una espada de Damocles muy peligrosa. Los cofrades no podemos desvirtuar el sentido de la Semana Santa, porque al final vamos a las hojas y no al fondo. Es muy triste comprobar cómo hay que gente que se da guantazos por ir a un concierto o hacerse con un cartel y ver las iglesias con un público más bien reducido en los cultos de las hermandades.

Algunos de los últimos pregones oficiales han sido noticia por el malestar que su contenido provocó en el seno de la Iglesia local. Me refiero, por ejemplo, al de la Juventud Cofrade, de Miguel Gutiérrez, y al de las Glorias, de Pedro Moreno Brenes. ¿Cómo vivió esas controversias?

Sin entrar a valorar los mensajes que dieron estas dos personas, me parece muy injusto el tratamiento que hubo posterior. Moreno Brenes lo sufrió más antes del pregón y Miguel Gutiérrez, después. Si hay opiniones de cierto calado divergentes, es más fácil hablarlas en una mesa o a través del teléfono que con esos hechos tan ostensorios que se hicieron de las 'desvinculaciones'. Aquello, sinceramente, no me gustó. Me pareció además que Miguel, una persona joven, no debía sufrir ese acoso y derribo, por parte de nadie. Y cuando digo nadie, digo nadie.

¿Qué retos deberían marcarse las cofradías para los próximos años?

En el sentido patrimonial creo que vamos a seguir creciendo, eso fomenta la vida de las hermandades y tenemos talleres de un prestigio exagerado en algunas disciplinas. En el aspecto humano, también crecemos, pero hay que tener cuidado. Una persona cercana, Damián Lampérez, me decía una día que, respecto a eso de que las cofradías salen a la calle a evangelizar, quizás ya no estemos en esa época. Pero el sentido de responsabilidad de evangelización de las cofradías está en su casa, en las personas que vienen a recoger una túnica, a tallarse para sacar un trono o a una verbena. A esas personas son las que tenemos que decirles desde el minuto uno dónde están. Entiendo que necesitamos que la gente participe en las procesiones, pero no deberíamos dejarnos de llevar tanto por la cantidad y sí un poco más por la calidad. Sin agobiarlos y sin asustarlos. Lo más sensato es que cualquiera que venga a una cofradía porque quiera participar conozca el fin de la hermandad, que es religioso en última instancia. Vamos llamados por la expresión plástica que tanto bien le hace a la religión, perfecto. Pero se puede hacer una procesión muy muy bonita y que no sea verdad, y eso es un peligro.

¿Falta sentido religioso?

No digo que falte, pero estamos en una sociedad en la que no se enseña la religión, no se comparte... La ciudad ha crecido muchísimo y la gente no vive la Semana Santa como antaño cuando todo se desarrollaba en el Centro y sus barrios más cercanos. Ahora hay gente que vive en sitios donde las cofradías ni se huelen. Afortunadamente están surgiendo focos de actividad cofrade en el extrarradio que yo valoro profundamente porque creo que ese es el verdadero sentido de la creación de nuevas hermandades hoy. De hecho, este año tenemos dos ejemplos que felizmente se incorporan a la Agrupación de Cofradías: Humildad y Paciencia, y la Mediadora de la Salvación.

¿Qué complejos le quitaría a los cofrades malagueños?

Las cofradías de Málaga ya se han dado cuenta de que no tiene por qué haber unos lazos eternos en ningún aspecto, sobre todo en los formales. Se dice que la identidad de la Semana Santa de Málaga es que no tiene una identidad muy marcada, sino que es una mezcla. El «aquí cabemos todos», como dijo Enrique Romero, está vigente, pero tan cabemos todos que a veces me preocupa. Me gusta que las cofradías mantengan su personalidad, no me gustan los circos, pero sí la diversidad y esa forma tan especial de celebrar la Semana Santa. Me gustan las bandas de música, los aplausos y las saetas con esa moderación de la que muchas veces Málaga no hace gala. Creo que la Semana Santa no tiene motivos para tener complejo alguno.

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