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Joao Rodrigo, en una imagen de archivo.
Decapitan a un exjugador brasileño y dejan su cabeza en una mochila en la puerta de su casa
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Decapitan a un exjugador brasileño y dejan su cabeza en una mochila en la puerta de su casa

Joao Rodrigo fue secuestrado poco después de la medianoche del lunes por dos hombres que le obligaron a entrar en un vehículo, según testigos

EUROPA PRESS

Miércoles, 30 de octubre 2013, 11:56

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El exjugador de fútbol Juan Rodrigo Silva Santos, de 35 años, fue asesinado y decapitado esta semana en Río de Janeiro por desconocidos que posteriormente dejaron la cabeza de la víctima dentro de una mochila en la puerta de la casa, donde vivía con su mujer, una policía militar.

Joao Rodrigo comenzó su carrera futbolística en el Bangu, a los 16 años, y fue promovido a categorías profesionales con 19 años. Jugó en otros equipos brasileños de segunda división como Madureira o el Boavista, y también en clubes de Suecia y Honduras. Su último club fue el Sampaio Correa.

El exfutbolista, que se dedicaba a la administración de una tienda de su propiedad, fue secuestrado poco después de la medianoche del lunes por dos hombres que le obligaron a entrar en un vehículo, según testigos.

Un amigo aseguró que Silva Santos no tenía enemigos y que su tienda había sido robada recientemente. El exjugador, cuyo cabeza apareció según algunas versiones sin ojos y sin lengua, residía en Realengos, un barrio de la zona oeste de Río de Janeiro cercano a una zona de favelas.

Aunque se desconocen los motivos del crimen, las primeras investigaciones policiales apuntan a que haya podido ser asesinado por traficantes de droga, aunque aún se está investigando el caso.

El exjugador era padre de un hijo de una relación anterior y llevaba casado más de diez años con Geísa Silva, de 31, una policía militar que trabaja en la Unidad de Pacificación Policial de San Carlos, una zona de favelas del norte de la ciudad.

El brutal crimen ha conmocionado a los residentes de Realengo, que han definido a Silva Santos como una gran persona. «Es difícil de creer lo que pasó», comentó un vecino y amigo de la víctima.

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