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ANÁLISIS

Una versión edulcorada del rescate

El presidente del Gobierno ha mostrado su "satisfacción" por la línea de crédito de hasta 100.000 millones para los bancos españoles

ANTONIO PAPELL

Domingo, 10 de junio 2012, 16:13

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Mariano Rajoy ha tenido al fin el rapto de buen sentido de salir en rueda de prensa a explicar y a justificar el rescate blando obtenido de Europa para sanear el sistema financiero. Pero fue preciso el clamor de ayer de toda la opinión pública sobre su sorprendente ausencia para que se convocarse hoy, sobre la marcha, la reunión con la prensa, antes de viajar a Polonia para asistir al primer partido español de la Eurocopa. Sus razones para ir, que ha explicado en la rueda de prensa, son al menos tan sólidas como las que se habrían podido exponer para justificar que se quedara en casa trabajando.

La intervención del presidente del Gobierno no era fácil, y Rajoy ha optado por reiterar la versión edulcorada del rescate: una vez que España ha logrado, en esos cinco meses de gobierno popular, ganar credibilidad, imagen y reputación, ha conseguido la apertura de una línea de crédito en Europa. Si no hubiera sido así, habría habido intervención del Reino de España. Es una versión parcial de lo ocurrido porque, como ha recordado hoy Luis Garicano, aunque parece un éxito que el rescate no tenga condicionalidad fiscal adicional, esto es en parte cosmético: como indica el comunicado del Eurogrupo, éste «confía en que España cumplirá con sus compromisos dentro del procedimiento de déficit excesivo y con respecto a las reformas estructurales, con el fin de corregir los desajustes macroeconómicos; [...] el progreso en estas áreas será estudiado con regularidad y frecuencia». Es decir, España deberá cumplir con las recomendaciones que el reciente informe de la comisión requiere (IVA, pensiones, mercado laboral, etc.). En fin, es indudable que damos un paso más en la continua pérdida de soberanía que empezó en mayo del 2010 y siguió cuando el BCE mandó una carta a Zapatero en agosto del 2011 pidiéndole un cambio constitucional, y el cambio se produjo en unos días.

Es, en definitiva, cierto que se ha eludido el rescate puro y duro, que hubiera colocado al Gobierno a los pies de los caballos (como sucedió en los tres países rescatados) y que nos hubiera situado fuera de los mercados de capitales y al comienzo de un terriblemente arduo proceso de saneamiento integral del país controlado por Bruselas. Pero no hemos de minusvalorar la importancia del naufragio: aquí se ha mantenido con insistencia hasta hace menos de un mes que nuestro país era capaz de sanear el sistema financiero por sus propios medios y sin embargo hemos requerido una gigantesca ayuda de más de 16 billones de las antiguas pesetas para dicho saneamiento. Suena a sarcasmo que se nos diga ahora que estas cosas se hacen así.

Sea como sea, la obtención de recursos baratos para sanear el sistema financiero es una buena noticia, como lo es también que la condicionalidad más específica sea la que obliga a los bancos a llevar a término unos planes de reestructuración y recapitalización estrictos. Pero nos adentraríamos de nuevo en un jardín si restáramos gravedad a lo ocurrido: nuestro país se aproxima al peligroso límite de deuda del 100% del PIB; y, en contra de lo que acaba de decir Rajoy, los intereses de la deuda que se contraiga con el Fondo de Estabilidad Financiera sí afectarán al déficit. Como el resto del servicio de la deuda.

El rescate blando nos sitúa en buena posición para emprender la cuesta arriba que nos aguarda hasta alcanzar siquiera el fin de la recesión. Y sí, los españoles estamos dando muestras de una gran madurez, aunque los miembros de la clase política y del sistema financiero no nos faciliten ni la serenidad ni la esperanza.

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