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ANÁLISIS

Acuerdo en Malí

ENRIQUE VÁZQUEZ

Sábado, 7 de abril 2012, 19:56

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El juicioso acuerdo alcanzado en Malí por los militares golpistas y el poder saliente es, curiosamente, resultado de una situación de emergencia nacional percibida así por la clase política y por la opinión pública. Era imposible manejar la situación creada por los avances de los rebeldes en el Norte con un desgobierno en la capital, Bamako.

Ningún Gobierno, en plena confirmación de apoyo internacional al arreglo, lo dice así, pero está implícito en la rápida negociación entre el capitán Sanogo, jefe de la Junta militar, y sus vecinos de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental, tantas veces criticada por inútil y, de hecho, muy práctica y eficaz esta vez. Un equipo de la misma negoció rápidamente en Bamako los términos del acuerdo.

Es digno de subrayar que el arreglo, que no impone la vuelta del presidente depuesto, Amadu Tourane, a su cargo y aplaza de hecho las elecciones presidenciales, implica que el cuartelazo no era del todo impopular. Acredita de hecho, por vía indirecta, la tesis de que el golpe de jóvenes oficiales fue el último modo de criticar a un gobierno que desatendió temerariamente las necesidades del ejército en el Norte frente al peligro secesionista-terrorista.

El régimen, fortalecido

En efecto, solo la extrema debilidad del gobierno explica el rápido avance de la rebelión tuareg (que ha proclamado retóricamente una inviable independencia de Azauad, su tierra en el norte) y sobre todo de su indeseable aliado del día, los islamistas de Ansar al-Din, vinculados a Al-Qaida en el Magreb Islámico. Se prepara una contraofensiva que, sin duda tendrá éxito, y cuyo primer jalón es, de hecho, el sensato y rápido arreglo conseguido en la capital.

La proclamación de independencia es puramente formal, no hay en el mundo ni un solo gobierno dispuesto a reconocerla y, muy al contrario, propone una versión utilitaria del aserto del rey Fernando de Aragón, quien se las ingenió para hacer de la necesidad, virtud, un modo de decir a finales del siglo XV que una dificultad puede ser convertida en una baza favorable.

Salvo sorpresa mayúscula, a la alianza, puramente ocasional y sin base genuina alguna, entre los guerrilleros islamistas que han dejado de lado en Tobuctu y Gao a sus socios tuareg del Movimiento de Liberación Nacional de Azauad, le quedan unos días y a Ansar al-Din, cuyo jefe, el escurrdizo Iyad al-Ghany, parece estar sobre el terreno, una retirada en toda regla.

Solo falta para eso que una fuerza de unos tres mil hombres en vías de preparación, con apoyo aéreo e información logística a cargo de la aviación francesa (Francia tiene, como expotencia colonial, un papel relevante e intereses concretos que defender) entre en acción. Los días de la bandera negra de los aliados de Al-Qaida en la maravillosa ciudad de las mezquitas de barro están contados.

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