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La duquesa 'sí quiere'
enlace en dueñas

La duquesa 'sí quiere'

Cayetana inicia su nueva vida junto a Alfonso Díez con la ausencia de su hija Eugenia, en la cama con varicela y mucha fiebre

ISABEL IBÁÑEZ

Miércoles, 5 de octubre 2011, 22:00

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El sol luce hoy en Sevilla para alumbrar la boda de la pareja más extraña que ha conocido el mundillo rosa en los últimos tiempos, una relación que comenzó hace cuatro años como una «entrañable amistad». Desde entonces ha acaparado la atención de todos los medios del cuore y ha revolucionado el panorama nupcial carpetovetónico de los famosos, hasta ahora un juego que consistía en emparejar caretos de toreros con folclóricas y futbolistas con modelos. Pero ella, Cayetana Fitz-James Stuart (Palacio de Liria, Madrid, 1926), la duquesa hippie, siempre imprevisible, siempre adelantada a su tiempo, inaugura nueva era y rompe moldes: la aristócrata se casa con un funcionario, la octogenaria con el sesentón, un administrativo del ministerio de Trabajo y Seguridad Social 24 años más joven que ella y de nombre corriente, Alfonso Díez. En estos momentos, le añade la coletilla de duque consorte de Alba.

Solo los paisanos que husmean por las inmediaciones del Palacio de las Dueñas pueden catar a estas horas el ambiente, ya que el enlace no será difundido oficialmente por ninguna televisión: nunca se sabrá si podría haber ridiculizado las audiencias de otros casamientos mediáticos, como el de Guillermo de Inglaterra e, incluso, el de Felipe y Letizia. El vestido con aires del sur de la novia, un diseño de Victorio & Lucchino, fue elegido entre tres bocetos por Tana, como la llaman sus amigos. Así, radiante gracias a los tratamientos de belleza que se ha dado en el centro de Maribel Yébenes, en Madrid, da su tercer sí quiero.

Una treintena de invitados asisten a la ceremonia en la pequeña capilla plateresca de la residencia familiar: como no caben todos se han dispuesto sillas en el exterior. Solo falta Eugenia Martínez de Irujo, la hija pequeña, que se ha tenido que quedar en la cama: tiene varicela y mucha fiebre. Una pena que no estén todos, porque hasta el conde de Siruela ha perdonado a Cayetana, que tachó de «mala y mentirosa» a su esposa, la periodista Inka Martí. Aquí se casó también su quinto hijo, Cayetano, con Genoveva Casanova, un matrimonio hoy roto.

Todos los detalles están cronometrados: desde quince minutos antes de la una de la tarde tiene que estar listo el novio, que ha dormido esta noche en un hotel cercano. De allí ha salido vestido con un chaqué gris estrenado en la boda de Rafael Medina con Laura Vecino, hace un año. Hasta que aparece ella, su porcelana, como Alfonso la dice cariñosamente. Al final de la ceremonia, concelebrada por tres curas, él saca de su bolsillo las alianzas que les ha regalado el padre Ignacio Sánchez-Dalp. El rito no es en latín, como al novio le gusta, aunque reconoce que no es de ir a misa todos los domingos. Pero el paroxismo llega minutos después, cuando aparecen en los jardines para saludar y recibir las demostraciones de cariño de sus fans sevillanos.

Un arco adornado con el escudo ducal, hecho con azulejos trianeros del siglo XVIII, da la bienvenida al Palacio de las Dueñas, una construcción con varios edificios y patios de naranjos y palmeras de gran valor histórico y cuyo estilo va desde el gótico mudéjar hasta el renacentista. Fue levantado en la capital hispalense entre los siglos XV y XVI y, como curiosidad, allí nació, en 1875, el poeta Antonio Machado, hijo del administrador de los duques. Queda señalado en una placa y lo plasmó él mismo en uno de sus escritos: «Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla y un huerto claro donde madura el limonero...». Casi siglo y medio después, la actual duquesa de Alba se casa en la capilla plateresca de esta casona, que alberga una valiosísima colección de obras de arte, 1.425 piezas según el inventario de la Junta de Andalucía.

Y entre obras de Sorolla y Zuloaga, de Luca Giordano y José de Ribera, un bufet con ajo blanco, gazpacho, ensalada de marisco, arroz picante de langostinos, solomillo Wellington... Tal vez la vajilla de los duques de Hijar que se usa en ocasiones muy especiales. En el Palacio de las Dueñas, donde vivirá la pareja, no hay calefacción, ni ascensor, ni aire acondicionado. La duquesa no ha querido alterar la estructura del inmueble. Aquí almorzaron ayer por última vez como amigos, junto a la perrita de Cayetana, Bella, un doberman inglés que parecía la única tranquila.

Una sevillana de guasa

Los propietarios de las casas vecinas al Palacio se han sacado un sobresueldo alquilando sus balcones hasta por 6.000 euros. Aunque Sevilla entera lleva días inmersa en un ambiente de celebración que se nota en la calle, donde es frecuente ver camisetas con el eslogan I love DQS, chapas, caretas de cartón con las fotos de los novios... Ya sea a favor o en contra, todo el mundo habla del acontecimiento, en los bares abundan los chascarrillos y las bromas sobre si se casarán de penalti y hasta han bautizado un helado en su honor. También han puesto música y letra a tanta guasa con forma de sevillanas: «Ya no hay remedio/ y el día cinco de octubre/ ya no hay remedio/ es la boda del siglo/ del siglo ... y medio».

La gran ausente, Eugenia, ha estado al lado de su madre hasta ayer mismo, cuando empezó a sentirse mal. El domingo, la duquesa celebró su despedida de soltera con una gala benéfica, un concierto lírico protagonizado por Montserrat Caballé y su hija, Montserrat Martí. La diva cantó junto a Los del Río la Salve rociera, que fue coreada por los asistentes, entre ellos el novio y la propia Eugenia.

La pareja ha organizado estos días dos banquetes para agasajar a los amigos que no están hoy invitados, aunque alguno de ellos, como Beatriz de Orleans, ya ha mostrado su indignación. El novio, por su parte, se despidió el viernes de los que han sido sus compañeros de trabajo durante 30 años, algunos dicen que sin despedirse y otros que entre emotivas demostraciones de cariño.

El enlace da carpetazo, de momento, a una larga serie de especulaciones, especialmente las de las lenguas que dudaban y quizá sigan dudando de las intenciones de un hombre joven y corriente que, de pronto, aparece enamorado de la mujer más rica de España. Si falleciera antes que él, Alfonso Díez pasaría a ser duque viudo de Alba, ya que ella mantiene en todo momento la titularidad del ducado. Hasta que decidió repartir la herencia entre sus descendientes, Cayetana ha sufrido por la total oposición de su entorno a esta relación, especialmente la de sus hijos.

Ya como marido y mujer, asistirán el día 26 a la presentación de la biografía de la duquesa escrita por Concha Calleja y que se titula Yo, Cayetana, y el mes que viene disfrutarán de la luna de miel en Tailandia. Más allá quién sabe. Sí está claro que no acaba aquí el culebrón: una mujer que, a sus 85 años, con 3.500 millones de euros de patrimonio y medio centenar de títulos nobiliarios a sus espaldas, estrenará en breve uno más, concedido en la ciudad de Granada, a la que tanto le gusta viajar para degustar collejas en ajo pollo y cerveza Alhambra: prevén nombrarla Reina de los Gitanos.

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