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ÓSCAR BELLOT
Jueves, 15 de abril 2010, 17:28
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El existencialismo es a Jean-Paul Sastre lo que el idealismo a Inmanuel Kant. Filósofo dramaturgo y escritor, no dudó en rechazar el Premio Nobel de Literatura para hacer honor a sus convicciones. Nacido en París el 21 de junio de 1905 nos dejó, tal día como hoy, un 15 de abril de 1980.
Atrás quedaban un puñado de novelas como La náusea o El muro, obras de teatro de la talla de Las moscas o Nekrasov y, sobre todo, un compendio de tratados filosóficos sobre los que siguen volviendo una y otra vez los intelectuales, maravillados por la profundidad del pensamiento del francés.
Pero si Sartre se distinguió de muchos otros filósofos fue por su activismo político. Afiliado al Partido Comunista francés, hizo bandera de su oposición al dominio colonial de su país sobre Argelia, apoyando la guerra de liberación que desembocaría en la independencia de ese territorio. También se opuso a la guerra de Vietnam y contribuyó decisivamente a la conformación del Tribunal Russell. Desencantado finalmente con el estalinismo, coqueteó con la China de Mao y la Cuba de Castro y terminó apoyando al estado de Israel durante la Guerra de los Seis Días.
Su inseparable pareja
Fueron precisamente esas ideas políticas las que acabarían distanciando a Sartre de otro destacado intelectual de la época, Albert Camus, con quien había mantenido una fuerte amistad en el pasado.
De quien no se distanciaría nunca sería de Simone de Beauvoir, a quien conocería en la Sorbona y con la que formaría una de las parejas intelectualmente más potentes del siglo XX. Ambos supieron compatibilizar a la perfección su afán de libertad y sus profundos análisis sobre el individuo y la sociedad con una unión que trascendería los límites de su existencia. Hoy sus restos reposan juntos en el cementerio de Montparnasse, lugar de peregrinación ineludible para cientos de miles de personas que buscan en sus obras las claves para entender el mundo de ayer y de hoy.
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