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Travesías

Héctor Barbotta

Marbella

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Jueves, 16 de noviembre 2017, 08:13

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Informaba ayer Francisco Griñán desde estas páginas acerca de un documental que rescata la desconocida epopeya de los malagueños que en los albores del siglo pasado emigraron a Hawai para buscarse el sustento en las plantaciones de caña de azúcar.

'Hawai o miseria' se llama la película dirigida por Eterio Ortega que recuerda una historia cuya dureza se puede deducir de algunos datos. 3.000 emigrantes se embarcaron en la nave que los tenía que llevar a más de 13.000 kilómetros, pero más de mil abandonaron antes de zarpar tras tomar conocimiento de la dureza del viaje que les esperaba. Durante la travesía hubo 19 muertes y 14 nacimientos. También en aquella época emigraban embarazadas desesperadas por un futuro digno para sus hijos.

Ya en la isla, el destino no fue muy diferente al que espera al de la mayoría de quienes dejan su país en busca de un porvenir. Fueron explotados, comprobaron que lo que les habían prometido en poco se parecía a la realidad y fueron discriminados por su origen. La dureza de las condiciones de vida con la que se encontraron hizo que el 80 por ciento decidiera abandonar la isla y buscarse la vida en California. La mayoría acabaría adoptando la cultura de acogida y olvidando la de origen.

El documental no puede llegar en un momento más oportuno porque seguramente servirá para recordar que la historia nos va cambiando permanente de lugar, y así como hoy Málaga es puerto de destino -este último fin de semana llegaron tres pateras con más de un centenar de inmigrantes a bordo- , en otro momento, hace un suspiro en términos históricos, fue puerto de partida.

Es oportuno porque en estos días el pabellón de Ciudad Jardín está colapsada por cientos de inmigrantes llegados en patera a quienes desde nuestra mirada podemos considerar desafortunados, pero a quienes les ha ido mucho mejor que a muchos compañeros de travesía que no superaron la trampa mortal en la que se ha convertido un mar que sólo en lo que va de año se ha tragado a 2.726 personas. Un silencioso genocidio de pobres.

Durante años, la generación de alemanes que vivió durante el nazismo y consintió mayoritariamente con su silencio, su temor o su aplauso a aquel régimen tuvo que rendir cuentas ante sus hijos por la ignominia que había permitido que se vertiera sobre la dignidad de su país.

Si el planeta no acaba hundido en la miseria moral a la que parece encaminarse es posible que en unos años sean nuestros hijos quienes nos interpelen acerca de qué hicimos mientras el Mediterráneo se convertiía en una gigantesca fosa común a la que seguimos mirando con una indiferencia que nos debería avergonzar.

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