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Tal como fuimos

JOSÉ ANDRÉS TORRES MORA

Domingo, 8 de octubre 2017, 09:58

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Hace años me contaba mi admirado Daniel Innerarity un chiste que circulaba por Euskadi. Dos conocidos se encontraban en el aeropuerto de Bilbao, y el que acababa de aterrizar le preguntaba al que salía: «¿Hay muchas novedades?», a lo que el otro le respondía: «Depende de cuando te fueras, si te fuiste la semana pasada, esto está tan cambiado que no lo vas a conocer, pero si te marchaste hace diez años, entonces todo sigue igual que entonces».

A las puertas de las elecciones de noviembre de 2011, una ciudadanía quejosa con los recortes sociales del Gobierno socialista, en lugar de darle una mayoría absoluta a Izquierda Unida, se preparaba para dársela al PP, un partido cuya sensibilidad social ya era bien conocida. Cosas del soberano. En lo territorial la sentencia del Estatut había sido una decepción, pero eso no había impedido que el Gobierno de la Generalitat, presidido por Artur Mas, se apoyara en el PP para sacar adelante los presupuestos de Cataluña de 2012. Pelillos a la mar.

Seis años después de aquellas elecciones, alguien que se hubiera ido entonces y volviera ahora no daría crédito a la existencia de un proceso secesionista en Cataluña, y a la presencia, también, de un nuevo y numeroso grupo político en el Congreso decidido a desbordar la institucionalidad constitucional y democrática vigente. Sin embargo, como en el chiste de mi amigo Innerarity, si esa persona se hubiera ido de nuestra tierra, tal día como hoy, en octubre de 1934, es decir, en plena revolución de Asturias y con el president Companys declarando, anteayer, la independencia de Catalunya, pensaría que la situación no habría cambiado prácticamente nada.

Ochenta y tres años después, es Puigdemont el que trata de declarar la independencia de Catalunya, y en lugar de anarquistas, comunistas y socialistas, haciendo una revolución en Asturias, tenemos al populismo radical, que se dice de izquierdas, jugando a la revolución social para barrer a escobazos toda la maldad del mundo e instaurar el gobierno directo de la (buena) gente. Hay quienes parecen haber aprendido poco o nada de nuestra historia, aunque afortunadamente, a diferencia de lo que ocurría en los años 30 del siglo pasado, no parece que en Europa estén floreciendo los regímenes totalitarios. Eso sí, todo se puede arreglar.

Los socialistas europeos aprendieron en los años treinta que no hay otro camino para sus aspiraciones que el de la democracia parlamentaria y las reformas sociales. Las aventuras como la revolución del 34 en Asturias solo condujeron a debilitar a una República que ya no pudo defender la democracia frente al fascismo. Tampoco el independentismo ayudó mucho. Eso es algo que nadie en el PSOE ha olvidado. Por el contrario, los dirigentes de Unidos Podemos, que no pertenecen a la tradición de la socialdemocracia, creen haber encontrado en el desafío soberanista del Gobierno de la Generalitat un atajo para su proyecto constituyente. Sin embargo, lo único que se aprecia estos días en las plazas y las calles de nuestro país es el despertar de la extrema derecha nacionalista española.

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