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Lunes, 4 de diciembre 2017, 07:27
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EL surrealismo municipal ha llegado a su techo con la multa a los colegios por el ruido que hacen los niños en horario extraescolar mientras juegan al baloncesto y otras actividades igual de terribles. Tiene cierta gracia que la administración se encuentre con un poco de su propia medicina: multas. Sólo que en este caso es por la actividad de alumnos que no hacen nada malo sino todo lo contrario: entrenan en su colegio a las horas que se les ha asignado para ello. Quizás lo que necesitamos es otro modelo, con un polideportivo público en cada barrio.
Para colmo del surrealismo el Ayuntamiento lleva semanas de reuniones con la Junta a fin de que los chavales puedan seguir entrenando. Y no en el horario habitual ( hasta las ocho de la tarde) sino hasta las diez de la noche. Y como signo de buena voluntad, la multa. Que sí, que si se tiene una ordenanza es para cumplirla, pero todas las ordenanzas tienen sus excepciones. La solución al problema del ruido no es firmar convenios ampliando el horario de deporte extraescolares, porque las denuncias seguirían produciéndose y las normas hay que cumplirlas. Entonces, uno de dos: o se trasladan los entrenamientos de los centros donde el ruido sea un problema a otros, o se hace una excepción a la ordenanza de ruido para las actividades extraescolares y se fija un horario razonable de entrenamientos. Convertir los colegios en un búnker insonorizado no es operativo.
Lo más inquietante son las contradicciones preocupación/despreocupación que muestra el alcalde sobre el asunto. Un día manifiesta que la única solución es insonorizar los centros y que el Ayuntamiento va a pagarlo en unos de ellos, luego dice que no lo han hecho porque no hay dinero, después que en cuanto firmen el convenio con la Junta va a quedar todo resuelto y lo último el viernes: «No hay que darle mayor importancia a las sanciones, es simplemente la manifestación del funcionamiento de la maquinaria de la administración».
Claro, hombre, pelillos a la mar, tampoco hay que rasgarse las vestiduras por un par de multas de 12.000 euros. Se pagan y ya está. En realidad, si el problema estuviera resuelto no sería tan grave. Pero el caso es que, siendo realistas, los entrenamientos no van a seguir porque están prohibidos en dos colegios. Y en otros están en riesgo, sabiendo que en cualquier momento pueden ser denunciados por el ruido que hacen al jugar al baloncesto y que les va a caer una multa. Eso puede ocurrir con cualquier colegio que tenga viviendas cerca, es decir, casi todos.
Mucho hablar de la preocupación por la obesidad infantil y promocionar que los niños hagan ejercicio y ahora nos encontramos con esto. ¡Jarrrl! ¡Pecadorrr!, que diría Chiquito.
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