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El sentimiento de culpa

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Lunes, 26 de febrero 2018, 07:48

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Hace ya unas cuantas décadas que las mujeres comenzamos a desmontar el chiringuito sobre el que se asentaba la sociedad. Al incorporarnos masivamente al mercado laboral se empezaron a crear nuevas necesidades (guarderías, residencias de ancianos, ley de dependencia), nuevas palabras (como conciliación, algo que, al parecer, antes no existía porque nadie necesitaba encontrar un equilibrio entre su vida personal y su trabajo), y nuevos conceptos, como 'abuelas esclavas', 'madres trabajadoras' (habría que preguntarse por qué nunca se habla de 'padre trabajador'). De todos ellos, el que más me ha llamado siempre la atención es el del sentimiento de culpa de las madres por no pasar suficiente tiempo con sus hijos, algo que por lo visto no les pasa a los padres, ni se les pregunta nunca por ello, ni tienen presión social para que así ocurra.

Muchas mujeres siguen sintiéndose mal por tener un empleo o por tener una jornada que no coincide exactamente con el horario escolar de sus hijos. Como si su trabajo no fuera igual de necesario que el de los padres y en lo de estar en casa ocurriese al contrario, que ellas eran las imprescindibles.

Pasemos por alto el periodo de lactancia, que suele ser de unos meses nada más. ¿Por qué los hijos van a necesitar que sea su madre la que pase más tiempo con ellos y no su padre? Simplemente la costumbre y muchos años de historia nos cierran los ojos a la realidad: lo ideal es que los niños estén con ambos y que no se suprima siempre por el mismo lado. Eso también es educar en igualdad.

Para una empresa, cuando alguien solicita trabajar menos horas para cuidar de su familia es como si se hubiera puesto una pegatina en la frente que dijera: trabajo porque necesito el dinero, pero mi carrera profesional no me importa mucho, aunque no sea cierto. Así de crudo es en la práctica. Aún no ha sonado una voz de alerta por el hecho de que casi todas las reducciones de jornada sean de mujeres, pero probablemente las próximas generaciones de mujeres tengan que pagar por ello.

Así que nos creímos que la igualdad iba a progresar lento, pero siempre hacia adelante sin trampas ni recovecos en los que detenerse y resulta que quedan piedras en el camino. Y que el sentimiento de culpa no iba a desaparecer, sino que en lugar de ser por no pasar tiempo con la familia iba a ser por dejar de lado la carrera profesional.

Naturalmente que la brecha salarial no consiste en que un hombre y una mujer trabajando en la misma empresa, haciendo lo mismo y con idéntica jornada cobren diferente. Sólo faltaría. Demasiado burdo y fácil de denunciar. La brecha salarial va de categorías profesionales, pluses, puestos directivos que conllevan muchas horas de cervecitas con el jefe y muchas mentiras de cómo nos deberíamos sentir por «abandonar» el hogar.

El siguiente movimiento de liberación es del sentimiento de culpa.

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