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Salones

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Miércoles, 14 de marzo 2018, 08:06

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Una sentencia ha obligado al Ayuntamiento de Barcelona a colocar la imagen del rey Felipe en el salón de plenos casi al mismo tiempo que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos propinaba un tirón de orejas a la justicia española por imponer pena de cárcel a dos manifestantes que quemaron la foto de los monarcas ya eméritos, que es la forma elegante de llamarlos jubilados. Estrasburgo considera que los hechos, lejos de constituir un delito, suponen una crítica respaldada por la libertad de expresión. Algunas civilizaciones creían que el fuego era un elemento purificador. Viéndolo así, peor es que metan tu imagen en el congelador, como ordenan ciertos hechizos. Con ayuntamientos tan dispares será difícil que haya consenso respecto a la decoración de los salones de plenos, que por lo general son bastante horteras y pomposos, como teatros pequeños con ínfulas de gran auditorio. Algunas actuaciones, eso sí, resultan memorables.

Lo mejor de los salones de plenos es su resistencia casi numantina, la capacidad de sobrevivir al desfile más o menos continuo de alcaldes y concejales, aunque muchos se comporten como si sus cargos fueran vitalicios. Para recordarles que están de paso tal vez sería recomendable decorar estos solemnes salones con el poema de José Emilio Pacheco: «El que derrota al monstruo / y ocupa su lugar / se vuelve el monstruo». Pocos versos advierten tan certeramente del riesgo que asumen los partidos al prometer como oposición lo que saben que no van a cumplir como equipo de gobierno. La legislatura acaba de traspasar los mil días sin que la cacareada regeneración política se haya materializado como sería deseable, más allá del mero maquillaje, en materia de transparencia o participación ciudadana. Algunos de los llamados ayuntamientos del cambio han barrido el polvo que había debajo de las alfombras, sí, pero para esconderlo tras los muebles.

Por haber, hasta hay alcaldes que olvidan serlo, como debió de ocurrirle la semana pasada a José Ortiz, regidor de Torremolinos, cuando no acudió a la cita convocada por la Subdelegación del Gobierno en Málaga donde técnicos de Renfe iban a explicarle los detalles de la necesaria reforma de la estación de trenes de La Nogalera, una actuación que lleva años reclamando. Al día siguiente sí asistió a una concentración organizada para solicitar el inicio de las obras, obviando deliberadamente que el proyecto ya ha sido licitado y confundiendo los intereses de su partido con los intereses de la institución que representa. Alguien debería regalarle una antología de Pacheco.

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