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Regino

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Viernes, 16 de febrero 2018, 07:45

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Habrá pocos días más intensos que el de ayer. Y desde muy temprano, madrugada en Las Palmas, cuando el sol aparecía solemne por el Atlántico más embaucador y bañaba de calor esta isla afortunada. El deporte malagueño encontró un nuevo ídolo, en la nieve además, porque en esta tierra somos así de chulos. No tenemos tradición alguna en esta disciplina, pero pasamos a la posteridad en otro jueves que brillará para siempre más que el sol. Regino Hernández hizo historia y, de paso, llevó la felicidad a muchos rincones con una medalla olímpica que le permite entrar en la leyenda. Un minuto bastó para alcanzar la gloria, los segundos más cruciales de su vida, a los 26 años, con toda una carrera por delante, con un pasado de infortunio y sacrificio, de lesiones importantes, de cuidados de mucha gente anónima que ayer lloró de emoción frente al televisor y ante el móvil que irradiaba numerosas y sinceras palabras de agradecimiento. Hasta Canarias llegaron sus lágrimas. El bronce en snowboard en los Juegos de Invierno de Pyenongchang baña de oro al olimpismo español, a la provincia de Málaga y a la labor de todos esos deportistas modestos que tienen en Regino Hernández a un espejo en el que mirarse día a día cuando el reflejo de la ingratitud haga dudar de si merece la pena tanto sufrimiento. Pues sí que merece la pena, pues hay días en los que todo un país gira la mirada hacia un desconocido cuyo nombre ya figura en el Olimpo junto a los míticos Paquito Fernández Ochoa y Blanca Fernández Ochoa. Nada más y nada menos.

Y en Gran Canaria se siguió de cerca esta gesta porque Regino Hernández es como de la familia para alguna gente del Unicaja, que horas después se examinaba en la Copa del Rey de baloncesto frente al Real Madrid, con el resultado que todos conocen ya. Este jueves fue un día con el corazón latiendo con fuerza, a borbotones, porque el deporte se mueve en los extremos del alma, que se quiebra con suma facilidad ante el triunfo y ante la derrota. Y de eso sabe mucho Regino y el club de Los Guindos, y también del esfuerzo de esa gente que nunca sale en las portadas de los medios de comunicación ni tiene su minuto de gloria en los informativos de televisión. Hay más de la que creemos, y apenas colman de reconocimiento su trabajo. Pero ahí siguen, cuidando futuros campeones, consagrando su existencia a la pasión que les mueve en su vida. Gracias, Regino, y a esas personas que tienen un trocito de su medalla y no quieren subir al podio de la vanidad.

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