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Pulseras de colores

Sin ir más lejos ·

Eso que llamamos progreso todavía con la casaca puesta de la Ilustración está sobrevalorado

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Domingo, 27 de mayo 2018, 10:07

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La tecnología es básica pero no lo es todo, ni siquiera en el ancho mundo de la sanidad ni en tantos otros que manejan material muy sensible y donde los altos responsables, a poco de declarar inaugurado tal o cual sofisticado aparataje, no paran de invocar que las personas deben ser el centro aunque la sala de espera más cercana esté a reventar. La medicina parece avanzar más en los tratamientos personalizados, tan caros como necesarios, que en el trato al paciente, no siempre una cuestión de dinero y demasiadas veces amenazada por ese virus de la resignación contra el que no tiene vacuna el médico o el enfermero baqueteados por el sistema. Tapar a diario los fallos de todo tipo se ha convertido en parte de su trabajo, como un protocolo no escrito en el que un médico puede a no llegar a mirar a la cara al enfermo después de hacer de informador sin descanso en los pasillos. Que se envíe a las personas en urgencias a un rincón nada más llegar ocurre en los hospitales, pero también todos los ciudadanos más o menos sanos acabamos inexorablemente como pacientes crónicos de la desconfianza si hacemos la cuenta de un tercer hospital, de un instituto en Teatinos o de un acceso digno para el PTA. No digamos si la espera es para un trabajo igualmente decente, dentro o fuera del recinto de Campanillas. Eso que llamamos progreso todavía con la casaca puesta de la Ilustración está sobrevalorado como algún artículo constitucional, por eso las soluciones ambiciosas y tecnificadas después de largas desidias despiertan recelo. Que lo razonable sea posible es lo que va quedando, pero hay asuntos, como el tercer hospital, en los que nadie está ya dispuesto a que una urgencia sin esperas acabe en utopía. Ese día de inauguración llegará, pero 'de mientras' -como titula con gran empatía malaguita una parte del documento encargado a los expertos para analizar las necesidades asistenciales de Málaga- hay que seguir, y no va a ser poco tiempo. El presupuesto cuenta mucho en cualquier solución y los diez mil millones de la sanidad pública andaluza al año debieran estar grabados en los pasillos junto a los carteles que piden silencio. Algunas cosas importantes, sin embargo, pueden cambiar sin alto coste. En el Clínico, que atiende más de 400 urgencias al día, se ha puesto en marcha un nuevo sistema de identificación y clasificación de los pacientes por el que cada uno sabrá qué médico y enfermero tiene asignados. Se trata de evitar dolorosos y letales abandonos. Ese primer filtro de entrada para muchos pacientes llega después de dos muertes en hospitales andaluces, uno de ellos el de Antequera. La gestión de pacientes debiera ser mucho más simple que la de un costoso acelerador de los que ha donado Amancio Ortega, pero el libro de instrucciones ha tardado y viene con algo más que pulseras de colores y megafonía mejorada.

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