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Un problema de salud pública

Un problema de salud pública

Los niños obesos tienen malos hábitos dietéticos y reciben una alimentación poco saludable tanto en cantidad como en calidad. Hay que promover la costumbre de sentarse a la mesa en familia

PEDRO NAVARRO. PEDIATRA Y VICEPRESIDENTE DE CULTURA DEL COLEGIO DE MÉDICOS DE MÁLAGA

Sábado, 11 de noviembre 2017, 10:58

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Mañana, domingo 12 de noviembre, es el Día Mundial contra la Obesidad. Desde el Colegio de Médicos de Málaga lanzamos la voz de alarma ante esta enfermedad que va en aumento. Concretamente, mediante este artículo queremos concienciar de la problemática de la obesidad infantil ya que consideramos que la salud de nuestros pequeños está en nuestras manos.

Todas las autoridades sanitarias internacionales, incluida la Organización Mundial de la Salud (OMS), coinciden en señalar que la obesidad infantil es uno de los problemas de salud pública más graves del siglo XXI y que afecta a la mayoría de los países desarrollados o en vías de desarrollo, sobre todo en el ámbito urbano. Su prevalencia está subiendo a un ritmo alarmante.

Según el último estudio de campo de obesidad infantil, el estudio Aladino, Andalucía -junto a Canarias- está a la cabeza de obesidad infantil con una tasa superior al 22,5%. En 1984 la tasa era tan sólo del 4,8%.

Los cambios de hábitos alimenticios y las nuevas formas de vida, en las que prima el sedentarismo, son las principales causas de la obesidad infantil. A veces, las menos, tiene un origen genético o familiar porque los hijos de padres obesos tienen mayores probabilidades de serlo. En esos casos, las familias también deben tener unas normas alimenticias adecuadas.

¿Qué sucede cuando nuestros hijos no se alimentan correctamente y además hacen poco deporte? Se produce un desequilibrio entre las calorías de su dieta y las que queman con la actividad física. Su estilo de vida ha cambiado mucho. La mayoría de las actividades que realizan se centran delante de una pantalla, ya sea el televisor, el ordenador o los videojuegos, que le ganan la batalla a los juegos al aire libre o la práctica de cualquier deporte. De este modo, los niños entran en un círculo vicioso ya que su obesidad les impide participar del juego con sus compañeros, por lo que se vuelven más sedentarios y, por tanto, más obesos.

A esto se le añade el componente social y emocional ya que muchos de estos niños son rechazados por el resto de compañeros, lo que reduce su autoestima. En el futuro, tienen más posibilidades de desarrollar enfermedades como diabetes, hipercolesterolemia, hipertensión arterial, enfermedades cardiovasculares o del aparato locomotor y/o problemas de sueño.

Los niños obesos tienen malos hábitos dietéticos y reciben una alimentación poco saludable tanto en cantidad como en calidad: consumen alimentos hipercalóricos y ricos en grasas, sal y azúcar y pobres en vitaminas, minerales y otros micronutrientes. Los médicos somos conscientes de que muchos padres tienen que dividirse entre múltiples ocupaciones laborales y domésticas lo que les lleva a ofrecer a sus hijos una comida rápida y precocinada (rebozados, hamburguesas, bollería industrial...), pero eso no quita que nuestra labor sea recordar a los progenitores que deben proporcionarles una dieta variada y equilibrada con abundancia de cereales, frutas, legumbres y verduras. Es importante tomar más pescado que carne y grasas, beber gran cantidad de agua y evitar dulces y chucherías. Las únicas bebidas del niño de forma habitual deben ser el agua y la leche, no zumos envasados o refrescos, que tan sólo deben consumirse de forma ocasional.

El día debe comenzar con un desayuno completo. Los pequeños no deben saltarse ninguna comida. El momento de comer es también fundamental y para ello hay que promover la costumbre de sentarse a la mesa y compartir con la familia esos momentos. Si no puede ser a la hora del almuerzo que sea la de la cena.

El niño aprende desde el núcleo familiar pero la estrategia de prevención debe continuar en la escuela, donde pasa gran parte del día.

El estilo de vida y el ambiente en el que se desarrolla el niño son claves ya que tanto la alimentación sana como la actividad física son vitales para el crecimiento y la salud integral del niño.

Para evitar la obesidad infantil tenemos que contar con la escuela y la comunidad, pero la familia debe implicarse directamente en los cambios de costumbres alimenticias que permitan la pérdida de peso, que debe ser lenta y progresiva. Una buena opción es organizar en familia las comidas y practicar juntos las actividades físicas.

No podemos terminar sin dar la enhorabuena al Ayuntamiento de Málaga por organizar, dentro del Plan Municipal Málaga Ciudad Saludable, un programa dirigido a toda la familia enmarcado en el proyecto Málaga Sana con el objetivo de fomentar hábitos de vida saludables entre los más pequeños. Ese objetivo persiguen las actividades de mañana en la plaza de la Marina, entre las 11.30 y las 14.00 horas: se repartirán tarrinas de fruta cortada para fomentar el desayuno saludable y todos podrán participar en actividades como yoga o zumba, talleres de manualidades sobre temáticas saludables y talleres de marionetas y teatro para poner en valor la importancia de esos hábitos saludables. Os esperamos. Un niño sano y feliz tiene más posibilidades de ser un adulto sano y feliz.

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