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El peor premio del mundo

Voltaje ·

El premio 'Belleza comprometida' es lo más rancio que se puede uno echar a la cara

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Viernes, 20 de abril 2018, 11:26

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Esta semana en el Festival de Málaga nos hemos vuelto a tropezar con uno de los premios más vergonzosos de la historia de los premios. La gente todavía flipa con que este certamen entregue un premio que se llama 'Belleza comprometida' y que es ya todo un clásico, pero no por el galardón en sí, sino por la vergüenza ajena que provoca que a estas alturas determinadas marcas utilicen la enfermedad o el sufrimiento para vender más. El premio denominado 'Belleza comprometida' es lo más rancio que se puede uno echar a la cara. El hecho de que lo promueva una marca de cosméticos y productos relacionados con el pelo aporta a la situación una dosis extra de caspa y encrespamiento. Por si hubiera alguna duda, se trata de un premio que tras una deliberación extraña solo se otorga a mujeres, todas guapas y solidarias, como debe ser.

El mensaje que este premio le lanza al universo es que hay mujeres que además de guapas, que es una cualidad intrínsecamente femenina porque jamás se ha concedido a un hombre, hay mujeres que también pueden ser listas e incluso se preocupan del mundo que les rodea. Se da la circunstancia de que el premio 'Belleza comprometida' viene entregado por una improbable asociación de peluqueros contra el sida (eslogan imaginario: 'No te cortes, usa condón') e incluye una fantástica dotación de seis mil euros, un millón de las antiguas pesetas, que deben ir destinados a una fundación. Es decir, se concede el galardón a una actriz que no puede ser fea ni tener desperfectos faciales y cuya única función es la de maniquí que hace circular un dinero que al final recae en una loable asociación benéfica que lucha contra la epidemia. Lo que nos preguntamos entonces es por qué es necesario dar este premio, y si no sería más simple y menos degradante para todos que sencillamente se entregara ese dinero a la beneficencia, sin necesidad de manosear a un género femenino que en este caso aparece en la ecuación como mero intermediario, un factor escaparatista utilizado para dar relumbrón a una actividad benéfica que debería reservarse al terreno de la pura intimidad, porque otra cosa podría ser tachada de falsa generosidad y de publicidad encubierta. Me extraña que con toda la catarsis feminista no haya habido nadie que señale esta desfachatez.

Este año el premio ha recaído en la actriz Bárbara Lennie, a la que le deben de sobrar cremas y ungüentos porque en el Festival de San Sebastián se alzó con un premio al rostro más glamuroso de otra marca de cosméticos. El comunicado de prensa decía: «El glamour no es solo una poderosa expresión de feminidad, sino que también es un instinto y el derecho que las mujeres tienen para poder crearlo». Muy fuerte. Llegará un día en el que alguna actriz se niegue a recibir este tipo de premios por dignidad o por estética moral.

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