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Pena y vergüenza

La rotonda ·

Antonio Ortín

Málaga

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Lunes, 19 de marzo 2018, 09:01

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Cualquier día vemos, no se sorprendan, al pájaro este que presenta el 'Sálvame' al frente de una comisión en el Congreso. O de un pleno, quién sabe. La Cámara Baja empieza a parecerse más a un plató de la telebasura que al escenario de la representación institucional por la que todos pagamos impuestos. Desde la patochada aquella de la impresora de Rufián hasta esa estampa habitual de bancadas vacías y cuatro diputados tocando el violón, nada se parece ya a la alta dialéctica intelectual que dio pie a tan buena literatura en las crónicas parlamentarias de Azorín e incluso, claro que sí, al intenso y lúcido magma ideológico de la Transición.

Lo del debate del otro día en torno a la prisión permanente revisable fue desolador. Para empezar, por la fecha. Nadie en su sano juicio hubiera planteado abordar una cuestión tan compleja y que presenta tantas aristas cuando aún tenemos las emociones a flor de piel por el secuestro y asesinato del pequeño Gabriel y cuando el Tribunal Constitucional no ha hecho un pronunciamiento fundamentado todavía. No era el momento. Al menos con este nivel de sus señorías, incapaces de articular un diálogo desde el argumento. De lo mucho que aprendí de mi padre aplico aquello de contar siempre hasta diez antes de tomar una decisión. Pero a los señores diputados, no. A ellos les va lo de hablar desde las tripas: a ver quién odia más, quién araña más votos desde la estridencia y el ruido. Como en aquel célebre 'show' televisivo con las niñas de Alcasser, lo de la otra jornada en la Carrera de San Jerónimo fue de todo menos una discusión profunda, moral y jurídica, sobre si hay vecinos que deben entrar en el trullo y no volver a pisar la calle.

Ni siquiera hubo consistencia en las confrontaciones. Nadie arrojó luz sobre si es cierto que no todo el mundo es reinsertable; nadie aclaró que no se trata de una cadena perpetua, sino de un tipo penal en vigor en otros países de la Unión Europea, y que acepta el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Ni siquiera el PSOE se extendió en razones. Se mantuvo de perfil (hace años que el socialismo no define con nitidez su posición ante asuntos por los que puede pagar un coste en las urnas) y se limitó a esconderse detrás de la iniciativa del PNV y... Podemos (¡). Y los del otro lado, los del PP, aprovechando la presencia de los padres de Diana Quer y Mari Luz Cortés para hacer chantaje emocional con un drama que aún nos tiene cogidos a todos un pellizco en el alma.

A mí, qué quieren que les diga. Todo esto me da mucha pena y más vergüenza. Pena, porque sé que esta rabia que nos invade es, en el fondo, la frustración por la derrota de que atrocidades como estas sucedan entre nosotros. Y vergüenza de que mi dinero sirva para pagarle las nóminas a esta tropa del hemiciclo que, cuando tienen que dar la talla, hacen justo lo contrario.

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