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Mirando al mar

Pagar para pagar

JOSÉ MANUEL BERMUDO

Jueves, 22 de febrero 2018, 08:25

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CUANDO uno se levanta cada día es normal que lo que se piense, con esperanza, es que se tenga un buen día, que ya sea que brille el sol o que caiga la lluvia tan necesaria frecuentemente, las cosas salgan bien. Esto es lo habitual, aunque hay pesimistas recalcitrantes que lo que se dicen es un «verás, verás tú hoy...» Estos últimos actúan así por naturaleza propia desde que nacieron, que «hay gente pa to», pero a veces piensa uno que esta sociedad les está dando suficientes motivos para seguir así o, al menos, para no cambiar.

Difícilmente será que volvamos a aquellos tiempos de caballeros en los que un apretón de manos era suficiente para sellar un acuerdo, ya fuese económico o de cualquier otro tipo, que el honor era el honor y no había quien lo discutiese. Y no estoy hablando de la Edad Media, donde la consecuencia de los incumplimientos eran pasados por espada. En el mismo siglo veinte se han realizado todo tipo de transacciones poniendo por delante la palabra y el prestigio de toda una vida ejerciendo las operaciones como debían hacerse.

Pícaros y ladrones han existido siempre. Personajes fraudulentos y corruptos abundan en todas las sociedades y en todo tiempo, y se les ha atacado con la ley o con el enfrentamiento de caballeros, aunque estos últimos llegaran a ser ilegales.

Hoy el problema no es igual, aunque el fondo sea el mismo. Hoy hay que tener cuidado cuando te levantas en que durante ese día no te hayan inventando una nueva actuación, de la que en principio no se sabe si es legal o no, pero que te fastidia un poquito más tu economía, y no digamos ya tu tiempo, ese que tienes que emplear para «desfacer entuertos». «Con la iglesia hemos topado, amigo Sancho», decía Don Quijote en su tiempo, pero hoy ¿con quién o qué topamos?

Pongamos algunos ejemplos de los que ni el mismo recaudador de impuestos Don Miguel de Cervantes hubiese pensado. Los bancos (¡Ay!, siempre los bancos) anuncian en sus instalaciones, al menos algunos, que si quiere ingresar en una cuenta distinta a la suya una cantidad en la que figure quién es el ingresador, deberá pagar diez euros. Famosa es la queja de un padre que al pagar diez euros para una excursión del colegio de su hijo le hacían pagar otros diez. Sus lamentos en los medios de comunicación han servido para la indignación de muchos ciudadanos, pero no ha resuelto el problema. ¿Hay alguna cara bancaria que se sonroje? Como si le tiras huevos a una pared.

Ahora, las empresas que se encargan de la zona azul en los aparcamientos, esas que han contratado los ayuntamientos, no se nos olvide, han comunicado que a partir del próximo día 26 de febrero, pagar a través del teléfono móvil, que hasta ahora era un servicio gratis, llevará una comisión de hasta el diez por ciento por cada recarga que haga el usuario. Es decir, si ya se pagaba por aparcar, ahora hay que pagar por pagar, porque resulta que son muchos los usuarios que utilizan este sistema. Claro, como son muchos, pues ahora es el momento de cobrar. A ver, en el centro de Marbella, por ejemplo, ya es imposible aparcar, entre otras cosas porque la mitad está en obras. No soy el único que tiene la sensación de que esta circunstancia, y la de que cuando terminen las obras desaparecerán aparcamientos puede desnivelar balances, y los pagaremos los mismos aportando un poco más, según parece. Mientras tanto, los aparcamientos subterráneos te pasan unos recibos que, no se por qué, me parece que suben de una forma sibilina sin que nadie dé explicaciones.

Ya mismo nos cobrarán por preguntar (esto ya ocurre a través de los teléfonos), mientras alguien, si es que se encuentra un interlocutor humano, te mirará con indiferencia o hasta con desdén, por querer desestabilizar el sistema. Sí, ese que poquito a poco, cada día que te levantas, ha decidido que contribuirás algo más que ayer. Lo peor quizás no sean las cantidades que tienes que aportar, que también, sino la cara de tonto que se te queda cuando no sabes qué hacer, ni a quién acudir para transmitirle todos aquellos pensamientos escatológicos que se te ocurren. Algún día va a pasar algo.

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