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Ocho segundos de república

JOSÉ MARÍA CALLEJA

Viernes, 13 de octubre 2017, 07:47

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Empezar la frase anunciando que se ha ganado el derecho a la independencia y terminarla, ocho segundos después, negándola, es algo así como meter un gol y que en la repetición de la jugada en la tele el balón no entre. Un fiasco, un esperpento, algo insólito, pero de lo que no se puede echar la culpa al árbitro, lo más socorrido, sino a aquellos que han enardecido un proceso divisor de los catalanes al grito del 'mañana nos pertenece'. Han llevado a la gente al borde del precipicio para luego volver grupas en el último instante.

Se puede intentar entender lo ocurrido viendo las caras de los hinchas convocados delante del Parlament, con los tractores al fondo, o con el gesto de uno de ellos tirando la estrellada al suelo. Del éxtasis de la república a la ruina; en solo ocho segundos, oiga.

Durante mucho tiempo se había alertado del fomento irresponsable de un proceso que fracturaba la convivencia entre los catalanes y que, cuanto más se atizara, mayor sería la frustración. Frustración que deberá gestionar ahora el señor Puigdemont, ya que el astuto Mas, otro de los hacedores del destrozo, esta fuera de foco, buscando euros para que no le embarguen.

Es lógico y pertinente que el Gobierno le haya pedido al todavía president que ponga a limpio lo que dijo o dejó de decir en el trabalenguas del pasado martes. Que lo ponga por escrito, después de haber hablado en borrador. Con esta iniciativa, el Gobierno devuelve el balón al Govern y le enseña los riesgos que puede correr si finalmente dice que proclama la independencia más breve de la historia. Tiene bemoles que en su búsqueda de modelos de independencia, los nacionalistas catalanes se hayan fijado en el caso de Eslovenia, con sus 74 muertos, sus centenares de heridos, su guerra, sus odios que aún perduran. Ya lo hicieron antaño los batasunos, cuando buscaban en los Balcanes una referencia de que la independencia era posible y Arzallus rechazaba aquella «virguería marxista de la autodeterminación».

Se ha repetido que hemos llegado hasta aquí por el fracaso de la política. Pues bien, la forma prudente, medida y acordada con los socialistas, con que Mariano Rajoy ha respondido a lo dicho y no dicho por Puigdemont, parece abrir esa puerta de esperanza a la política. Esperanza que se abriga y que debería prolongarse con el debate para cambiar lo que se considere pertinente de la Constitución.

No veo a Puigdemont, y menos aún al soviet anarcoide de la CUP, bajándose de este proceso enloquecido que ya les enfrenta, pero digamos que con la respuesta política dada se achican sus espacios. En la línea de no hacer nada que fomente el victimismo nacionalista, redundancia, el Requerimiento es una buena medida política.

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