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El sitio de mi recreo

Ocho apellidos alemanes

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Sábado, 7 de abril 2018, 09:43

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Europa fue una España sin españoles. No hay rincón al que no le haya dado nuestro sol, ni ciudad que no quiera devolvérnosla. En esta primavera, de sol entre nubes, la jueza Frauke Holmer , del Tribunal Superior Schleswig-Holstein, escribió el pasado jueves la sentencia de muerte de una Europa con dinero pero sin justicia.

Quizá no sea capaz la ínclita jueza de alcanzar a ver la repercusión de su escrito en alemán de escenario. Poner en libertad bajo fianza a Carles Puigdemont y descartar por su cuenta y riesgo el delito de rebelión, no es otra cosa que escribir los versos postreros de una ilusión política que se llamó Europa. Todos creímos hasta el jueves que era un lugar de cooperación entre países vecinos que compartían civilización e intereses, y que se protegían a través de un derecho compartido, que nos reconoce a todos como países democráticos con administraciones de justicia independientes y solventes en los que tiene sentido normas como la euroorden. El daño es mayúsculo, no sólo en lo que concierne a nuestra delicada realidad política española, sino para las propias instituciones comunitarias que están continuamente acosadas en múltiples países por los nacionalistas y los populistas. Que salga de la cárcel un líder nacionalista que ha ocasionado una de las mayores crisis internas en la Unión Europea, con sólo la posible atribución del delito de malversación, es una broma demasiado macabra y barata para la mayoría de los españoles que conocemos la realidad y alcance de sus acciones, y no sólo sus declaraciones en sede judicial alemana. Lo de menos es el oxígeno que esta resolución judicial alemana da a los secesionistas catalanes, lo trágico son sus consecuencias que tendrá sobre el proyecto europeo y nuestra realidad.

Mientras en España, los populares regresan a Sevilla por primavera. En la ciudad andaluza certificarán que su fuego amigo ha conseguido lo que perseguía, con una Cifuentes herida y un Maíllo que recibirá y despedirá el duelo, sin recorrer sus callejas y el olor de sus naranjos. Soraya se embriagará de jazmines y azahares, y a Rivera y los suyos les dará tiempo a enamorarse de una niña de Triana y preparar su mudanza a la Moncloa.

Es verdad que Rajoy nunca ha abordado con determinación todo lo que está suponiendo el desafío secesionista catalán y que tampoco se ha preocupado de hacer pedagogía por los países civilizados de la verdadera naturaleza de este ataque a nuestra democracia, pero tampoco se merece que lo reciban en Sevilla con la película 'Ocho apellidos alemanes', la tercera de la saga tras la dedicada a los vascos y catalanes. O sea.

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