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Magosto en Marbella

FRANCISCO MOYANO

Martes, 31 de octubre 2017, 08:27

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EL cambio horario del pasado fin de semana, de dudosas ventajas económicas, nos introdujo definitivamente en lo profundo del otoño, momento en que, en tiempos pasados, llegaba el frío y las tiendas vendían la ropa de temporada, pero ahora es cotidiano que lleguemos a San Martín con marcas en el termómetro propias del verano. En la Marbella de antes, con escasos o nulos requisitos burocráticos y administrativos, la llegada del otoño, de forma muy especial en torno a la fiesta de Todos los Santos y Difuntos (se ignoraba todo lo referido a Halloween), suponía la proliferación en las calles de los tenderetes en los que se vendían castañas tostadas. Fruto propio de la estación, antaño base de la alimentación, junto con la batata, y marginado por el triunfo de la 'papa', como se dice en Sudamérica; patata en la denominación generalizada en España. La castaña asada, fundamentalmente en ollas o recipientes de lata debidamente agujereados, es también el centro de la fiesta del 'Tostón', que tan tradicional era entre nosotros, hoy en horas bajas por obra y gracia de la exitosa importación de Halloween, esa noche de brujas o de los muertos, de origen celta, pero que nos ha llegado con el tamiz de la cultura de los Estados Unidos. Tengo un amigo, marbellero de adopción, pero gallego de nacimiento, cultivador de las tradiciones de su tierra, que preserva la costumbre, la tradición, en su ámbito doméstico, de celebrar la fiesta del 'Magosto'. En esta celebración, en los días cercanos a todos los santos, es protagonista la castaña, la hoguera, los chorizos y el vino, culminándose con una 'queimada', en la que la hoguera controlada que consume el alcohol del compuesto, resulta propicia para la declamación del 'conxuro da queimada', un conjuro donde se destierra las influencias de las 'meigas' y se recuerda a los que ya no están. También tiene un origen celta, pero su celebración, en este caso, es propia de diversos lugares de España, especialmente en el norte, con particular incidencia en Galicia y Asturias. Evidente conexión con nuestra tradición del tostón, donde las castañas, el fuego y el aguardiente y también los chorizos, forman parte del ritual y de la degustación. Posiblemente para que el Magosto o el Tostón viviesen horas álgidas y se extendiesen por toda España, habría que exportarlos primero a Estados unidos y que nos lo devolviesen con ese efecto boomerang que tanto nos cautiva por estas latitudes. He tenido la suerte, por segundo año, de ser invitado a compartir la humilde hoguera, la queimada, las castañas y una paella de conejo que sustituyó al chorizo. Puede que estos condumios no se inscriban en el catálogo de la alta cocina, pero son de una exquisitez manifiesta y pueden significar el triunfo de la sencillez culinaria. Podría decirse que el magosto, en una variante autóctona que es el tostón, desde siempre tuvo incidencia en Marbella, con nombre diferente, pero con un fondo compartido. Tanto la fiesta de Todos los Santos, como Halloween y el magosto, poseen, desde presupuestos diferentes, un determinado sentido de trascendencia, que la sociedad de consumo y los intereses comerciales han logrado dejar en un muy segundo plano; se desvirtúan significados, simbolismos y formalidades rituales. Sigue manteniéndose las tradicionales visitas a los cementerios y el adorno con flores de las tumbas, lo que supone también una buena ocasión de negocio para el sector, que tiene en el comienzo de noviembre una de las cumbres de venta. Es también el momento de constatar, un año más, dentro de esa dinámica propia de Marbella, ciudad en las que las deficiencias se hacen crónicas con una pasmosa facilidad, las lamentables carencias en materia de tanatorios. En San Pedro se abrió un nuevo cementerio, pero de manera muy polémica y enredado en causas judiciales. En Marbella, tanto el de San Bernabé, de la segunda mitad del siglo XIX, como Virgen del Carmen, de los años noventa del pasado siglo, adolecen de evidentes carencias que chocan con las infraestructuras que parecerían necesarias en una población considerada como gran ciudad. Evidentemente los 'usuarios' directos, los 'residentes' podríamos decir, no acostumbran a quejarse, pero los familiares merecen un respeto.

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