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Miércoles, 14 de marzo 2018, 08:05
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Llueve, y el Pececito se va por el río hasta el mar, su querido mar, que en días de calma es azul como el cielo. Tanto, que a veces se reflejan el uno en el otro y se confunden. Llueve donde casi nunca, y menos de una manera tan generosa, de cantidad y de forma. En dos semanas han entrado en los embalses de Málaga más de cien hectómetros cúbicos, así que hay agua para derrochar otro año más. Después, Dios dirá.
Llueve, y aquí 'no ha pasao ná'. Nadie se acuerda ya de que el mes pasado estábamos a punto de decretar una sequía severa en la Axarquía, y no era menos grave en el resto. Ahora, vuelve a haber agua para llenar las piscinas y surtir las duchas de las playas en verano, que a los turistas hay que hacerles hielo para la sangría. Borrascas que son como la lotería, no caen nunca menos cuando cae el Gordo, que aquí nos ha tocado la Primitiva y la Bonoloto, todo junto. El líquido borra las grietas de la tierra seca y deja atrás «el fantasma de la sequía», frase con la que tanto le gustaba titular a mi maestro Becerra.
Llueve, y en los despachos se dan un remojón de alivio, y no precisamente con agua del grifo. Las gotas dejan en papel mojado tantos proyectos necesarios para que Málaga no tenga que depender de un chaparrón de última hora, siempre a la quinta pregunta. Mendigos del cielo, como antes en la Historia, pero en pleno siglo XXI, en el que otros países mucho más civilizados han llegado a hacer vergeles en desiertos. Ya se pueden gastar en vender humo, o echárselo encima como un cubo en la playa, el dinero necesario para recrecer La Concepción, y evitar esa estampa vergonzante de tener que tirar millones de litros de agua dulce al mar por falta de espacio.
Ya no habrá que construir una tubería de alta capacidad para conectar aquella con la Axarquía, y permitir así que se aproveche. Ya no es necesario mendigarle un sorbo al pantano de Iznájar para ayudar a Antequera, que aquí somos todos más primos que hermanos. Ya no necesitan riego los subtropicales, que son uno de los principales motores de nuestra agroindustria, porque ha llovido dos semanas y el problema se da por solventado. Si no fuera porque les va en ello a los sufridos agricultores y ganaderos, por los miles de familias que viven del turismo, diría que habría sido mejor que lloviera un poco menos. Así, se habrían tenido que hacer por fuerza, al menos, algunas de las obras que volverán a ser necesarias mañana, pero que hoy han vuelto al cajón de los pasos perdidos, en este cortoplacismo exasperante que marca la inexistente política hidráulica en la provincia.
Llueve en Málaga. Fin de la cita.
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