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Los iluminados

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Domingo, 22 de abril 2018, 10:04

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Fui un soldado de la División Acorazada Brunete durante una parte del año 1981 y a lo largo de todo 1982. Durante varios meses ejercí un turno rotativo como escolta de un alto mando bajo amenaza terrorista. Eran los años de plomo de ETA, y Madrid, aparte de una fiesta, muchas veces era una ratonera. Así lo sentía uno cuando iba en uno de aquellos vehículos con la visión limitada y un dedo cerca del gatillo, más para acompañar al militar en su tránsito a la muerte que para poder defenderlo o defenderse uno mismo. Algunos compañeros, chóferes y escoltas, es lo que hicieron. Irse al otro mundo en compañía de miembros de alta graduación de aquella unidad militar. No sé si ETA ahora le pide perdón a aquellos soldados de cupo obligatorio, si los incluye entre las víctimas de clase A o de clase B.

Los inocentes y los culpables. Culpables de ser policías, o jueces, o periodistas con ideas no homologadas por los terroristas. Por ser concejal del PP o socialista. Por llamarse Ernest Lluch, Tomás y Valiente o Martín Carpena, o no pagar un chantaje llamado impuesto revolucionario. Enemigos del pueblo. De la comarca. De la sangre pura. De la lengua vernácula y sagrada. Todavía hay quien se pregunta por los males del nacionalismo, por los destinos sombríos a los que puede conducir. ETA mataba en nombre de esa pureza. Y había doscientas mil personas que invariablemente y elección tras elección daban su apoyo a ese afán purificador. Y había quienes en Alicante o en Badajoz o en Málaga votaban a su brazo político en las elecciones europeas. Y lo hacían con un prurito de progresía, con unos galones de inconformismo que situaban a quienes votaban así por encima del aborregamiento, de los mansos que dejaban en la urna una papeleta convencional o que simplemente no votaban. En nombre de la libertad.

Ahora ETA pide un perdón limitado. Los obispos piden perdón. Desde las sacristías se alentó demasiado odio y allí se lavó demasiada sangre. No medio inocente, sino completamente inocente. De vascos y de no vascos. No solo mataban o extorsionaban a españolazos. No era una cuestión de Euskadi contra el resto de España. Muchos vascos también les estorbaban. También eran vascos de clase A o de clase B. Los dueños de la verdad y los equivocados. ETA reconoce ahora que también ellos pudieron equivocarse, que lo hicieron. En algunos casos. Ese reconocimiento es un paso importante antes de la disolución definitiva, algo que en aquellos años lejanos, e incluso bastante después, nos habría parecido un sueño. Pero tiene un punto de miserabilidad. Se esconden en la semántica. Siguen parapetados en la idea del conflicto y de que la lucha armada era inevitable, tanto daba si estábamos en una dictadura como en una democracia, tanto si había lucha sucia por parte del Estado como si no. Ellos secuestraban, asesinaban o arruinaban familias en nombre de algo mucho más alto. Tan alto que solo ellos, los iluminados, alcanzaban a verlo.

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