Borrar
El sitio de mi recreo

La fatiga del metal

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Sábado, 19 de mayo 2018, 10:00

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

España es un cante a palo seco. Un martinete con ruido de martillo y sin guitarra. Una tarde calurosa rendida al aire viciado de los fuelles gemelos que respiran en la fragua. Una cuarteta octosilábica, que espera convertirse en tercio del cante, con sus golpes de voz, quejíos y melismas, y que no puede soportar por más tiempo la pena que la política le está procurando en esta semana de yunque y fuego.

Sin Constitución, ni retrato del Rey, ni bandera española, ni rastro de ningún miembro del Gobierno español, Quim Torra, el pasado jueves, prometió su nuevo cargo como presidente de la Generalidad de Cataluña. Rodeado de su familia, protagonizó un acto, que a ojo de la mayoría de los españoles, no fue otra cosa que un acto más de desprecio por la legalidad vigente por parte del secesionismo catalán. Algunos recordamos las palabras del delegado del Gobierno en Cataluña, Enric Millo, que comentaba en los días previos al acto que estaba organizando una toma de posesión en la que Torra tendría que mostrar un sometimiento impecable a la ley y el orden constitucional. Los ministros quitaron hierro al asunto y sus voceros en los medios de comunicación lo redujeron a una costumbre de chico travieso y maleducado.

El pacto suscrito por Rajoy y Sánchez con apariencia de unidad en defensa de nuestra democracia y nuestra constitución en el fondo sólo mostraba la impotencia de los dos grandes partidos políticos españoles para enfrentarse con audacia y valor al desafío de los independentistas catalanes. Una vez más su postura ha sido la de apuntalar el edifico en ruinas del bipartidismo, anteponiendo sus intereses de supervivencia a los de los españoles.

Las esperanzas estaban puestas en un Albert Rivera que pisó las arenas de Pedro Romero en San Isidro, cuando criticó sin disimulo este sinsentido de permitir a un político supremacista hacerse cargo de una comunidad autónoma con todo tipo de facilidades, pero que se refugió finalmente en tablas cuando acudió a la Moncloa a despachar con Rajoy. Otra ocasión perdida para el líder de la formación anaranjada.

Una nueva semana de pasión para los españoles que no entendemos la postura cobarde de nuestra clase política, que nos obliga a arrancarnos y cantar: no somos lo que éramos, ni quienes estamos obligados a ser, somos metales con fatiga, que en la política buenista reconocemos a nuestra mayor enemiga.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios