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El extranjero

El sitio de mi recreo ·

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Sábado, 23 de septiembre 2017, 11:07

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El monólogo parió al nuevo Kiko Rivera. En su día, con un buen guión y con sus dotes de interpretación naturales, pudo enterrar su vida pasada como Paquirrín. Desde ese preciso momento se convirtió en un personaje codiciado para las televisiones, llenando las horas de una parrilla que devora el humor en minúscula. El pequeño de los Rivera cuando 'desmontó a Paquirrín' nos demostró a todos que este género puede ser el atajo perfecto para la carrera profesional de muchos jóvenes en España.

Dani Rovira es otro de los hijos ilustres del monólogo. Con su personal registro a la hora de interpretar el texto del guionista, ha gozado de gran éxito. Tanto es así, que ha podido desarrollar su carrera de actor repitiendo un tópico detrás de otro sobre los españoles. En sus películas aparece siempre la España en blanco y negro que nada tiene que ver con el presente. Para ser justos, ese defecto no puede achacársele a él, sino a un tipo de cine español anclado en lo ideológico en el siglo pasado, que nada tiene que ver con el séptimo arte, aunque es cierto que en él se encuentra demasiado cómodo y nos hace reír.

España es un país donde no cabe un monólogo más. Nuestra joven democracia ha sido un monumento al diálogo y a la concordia, hasta que hace unos años algunos sectores de la extrema izquierda política y cultural han querido imponer su discurso único: el monólogo totalitario. El humor es demasiado serio en España para que nadie pueda apropiarse de él. El cómico es patrimonio de la cultura de un país en su conjunto, no rehén de ninguna opción ideológica. Reírse de uno mismo no sólo es signo de inteligencia, sino de humildad. Desde el humor no se debe pretender ejercer ningún tipo de hegemonía en lo cultural como está pasando de un tiempo atrás aquí. La cultura con mayúsculas no pertenece a la sociedad burguesa liberal ni el humor es patrimonio de la izquierda. El planteamiento casposo de que lo inteligente, avanzado y gracioso es sólo lo que piensa uno, denota una falta de madurez personal preocupante en quien defiende tal extremo. No sólo es poco democrática y respetuosa esa postura, sino que es pueril.

El cómico malagueño ha expresado esta semana que le da 'vergüencita' ser español. Para defender su postura ha echado mano del rito taurino y del desafío secesionista catalán. Nada nuevo bajo el sol, conociendo sus posicionamientos ideológicos. Es verdad que toda su trayectoria profesional no da ni para una página del gran libro de Camus 'El extranjero', pero se siente el pobre así. La gran suerte de la que él disfruta, es que la mayoría de los españoles nos seguiremos riendo con sus gracias y entenderemos y respetaremos su posición frente a los toros y la política, y no sentiremos 'vergüencita' de él, aunque no nos guste su reiterado monólogo casposo. Grande el nuevo 'Dani Rivera'.

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