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A la española

Por ahora ·

A la catalana, a la riojana o a la valenciana, son formas españolas de hacer, formas ejemplares de ser que no son sino España de mil maneras. Tierra del Quijote y de Sancho, pero más del Quijote que de nadie

JOAQUÍN L. RAMÍREZ

Domingo, 24 de septiembre 2017, 10:40

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¿Y cómo van ustedes a solucionar esta grave crisis? A la española, mire usted. Con valor y moderación, con paciencia y pasión. Con la ley, con respeto, puede que incluso con más cesiones de las que se debieran -pasadas y puede que futuras-, con amor propio y orgullo, con la seguridad de defender la integridad territorial, política e histórica de una nación grande y milenaria.

Mucho se oye en estos días, en los que no habrá referéndum, que el domingo 1 de octubre se votará a 'la catalana'. Son voces de destacados independentistas que, sin duda, no saben lo que dicen. A la catalana, a la riojana o a la valenciana, son formas españolas de hacer, formas ejemplares de ser que no son sino España de mil maneras. Una democracia ejemplar, la cuarta potencia de la eurozona, un trozo privilegiado del primer mundo visitado por más de 70 millones de turistas al año. La segunda lengua materna del mundo -el español-, tras el chino mandarín, y la tercera más hablada. La nación más antigua de Europa, se quiera o no, con más de mil años de historia. Tierra del Quijote y de Sancho, pero más del Quijote que de nadie. Mediterránea, atlántica y cantábrica, íbera y celta, romana y cartaginesa, visigoda, judía, mora y cristiana. Exaltada, pasional y compasiva, conquistadora y sin el más mínimo complejo de superioridad nunca, autocrítica e incapaz de valorar todo lo grande, generoso e inmutable que ha construido.

Es hora de saber quiénes somos, hora de poner en alza nuestra convivencia, la democracia y la prosperidad que juntos hemos sabido alcanzar. Un estadio logrado sin más plan Marshall que nuestras cabezas y nuestras manos y las de los nuestros, para acabar convergiendo con la Europa más desarrollada en condiciones de igualdad. Pertenecer a la Unión Europea, la primera potencia económica del mundo, es algo que nos hemos ganado a base de esfuerzo y de aciertos que nadie nos puede negar.

La España de Adolfo Suárez -traer la democracia-, del Rey Juan Carlos -diseñando su renuncia al poder absoluto de Franco en favor de la Monarquía Parlamentaria-, de Felipe González -devolviendo como gran estadista a España al concierto de las primeras naciones y armando su tejido social-- Aznar -haciéndonos alcanzar las mayores cotas de prosperidad y riqueza de nuestra historia-, de Zapatero o de Rajoy -el estado de derecho, la democracia madura y el imperio de la Ley-, del Rey Felipe VI -formado y a la altura del mandato constitucional con un sagrado sentido del deber-... La España de hoy forjada a raíz del Pacto Constitucional del 78, con todos los protagonistas, desde Carrillo hasta Fraga o Peces Barba, pasando por Tarradellas.

Una larga y prolífica singladura llena de progreso y de lucha. La España contra el terrorismo de ETA, GRAPO, GAE, Terra Lliure y otros. La reconstrucción nacional democrática e igualitaria, el inmenso progreso social y la estabilidad en una tierra ya caracterizada por su libertad, tolerancia y respeto. Hemos ido demasiado lejos para que nadie pueda ponernos en jaque con mentiras e infringiendo las leyes que impecablemente vienen del pueblo. Demasiado alto para que ningún irresponsable pueda apuntarse con inmenso e oportunismo a llamar a la creación de impostores foros de alcaldes y parlamentarios al estilo de las ANC venezolanas o catalanas para subvertir la democracia o a murmurar alegremente sobre la existencia de 'presos políticos'. Nadie está por encima de la ley, ni los gobernantes ni el Rey. Es el Estado de Derecho, la democracia con mayúsculas, el gobierno del pueblo, no es tan difícil de entender que no se pueden tomar atajos ni modular la aplicación de las leyes por el deseo arbitrario de ningún extraño cabeza pensante.

A la española, con la cabeza y el corazón. Con sentido común y con el rigor y la seriedad de la representación de todos. En nombre del pueblo, en nombre de España, no contraponiendo esa desgraciada denominación del 'nacionalismo español' frente al miope y torpe nacionalismo regional y endogámico o estúpidamente supremacista de aquí o de allá. Con patriotismo, la patria de tu pueblo, tus hijos, tus amigos y vecinos, la patria de tu vida cotidiana, la patria milenaria de siempre de todas las Españas. Este reto lo venceremos, una vez más, en nombre de España. A la española.

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