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España herida

Entrar a juzgar el fondo del asunto desoyendo la petición de su propia fiscalía es un caso de clara extralimitación que desvirtúa no sólo el instrumento jurídico de colaboración judicial europea, sino la propia esencia del fundamento de la Unión

JOAQUÍN L. RAMÍREZ

Domingo, 8 de abril 2018, 09:49

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Las palabras suelen alterar su significado, y sobre todo sus matices, con el paso del tiempo, los usos y los hechos. Pero cuando se relativizan valores que siempre se consideraron sólidos, las palabras lo que pierden es fuerza y presencia. La traición es una de esas palabras. De hecho, traidores confesos y probados como Puigdemont no suelen recibir ese tratamiento. No se sabe si es la épica de ese vocablo la que ya no se considera o si el concepto de traición se ha banalizado, socializado o neutralizado, de tal forma que o no ocurre -que sí- o que no importa. Aparte de todo lo que pueda saberse, decirse o contarse del 'prusés' y sus protagonistas, es importante saber que aquellos que han instado, producido o protagonizado el intento de golpe contra el Estado -contra España- son traidores. Y es gramática, no pasión -que también-. Es decir, los que faltan a la lealtad, los que cometen delito que atenta contra la seguridad de la patria, contra la soberanía o contra su honor. Y dicho esto, cada cual sabrá cómo encaja en su orden de valores y si, como parece, o no se estima de este modo o bien la masiva huida del uso de este tipo de vocablos es un tácito rechazo al fondo, a la forma o a ambos.

En todo caso, andábamos en discusiones domésticas de lo secesionista, lo inconstitucional, el supremacismo y la unidad de España, cuando un juez alemán ha puesto en duda el rigor judicial y democrático de nuestras instituciones. Un asunto realmente grave, aparte de injusto, insultante y atentatorio contra nuestra dignidad nacional. Parece realmente curioso -sino fuera también muy lamentable y hasta chusco- que la Audiencia Territorial de Schleswig-Holstein haya podido decidir en tan escaso plazo el fondo violento o no del largo episodio independentista. Es claro que «esta decisión ha desbordado y desenfocado el marco legal de la Euroorden», ya que esta instancia territorial teutona debería haberse limitado a «efectuar un juicio de contraste entre las dos legislaciones, la penal alemana y la española». La decisión de entrar a juzgar el fondo del asunto desoyendo la petición de su propia fiscalía es un caso de clara extralimitación, que desvirtúa no sólo el instrumento jurídico de colaboración judicial europea, sino la propia esencia del fundamento de la Unión Europea.

España no tiene una historia fácil. No ha sido fácil tampoco desenvolverse en los ámbitos internacionales en todo el siglo XX y por múltiples razones. La incorporación de nuestro país a la ONU fue tan tardía y dificultosa, como posteriormente integrarse en la OTAN o en la entonces llamada Comunidad Europea. Cada paso ha sido medido con lupa y las exigencias de todo orden requeridas y cumplidas a rajatabla. Nunca las instituciones internacionales han mostrado precisamente flexibilidad con nuestro país como sí lo han hecho con otros miembros más considerados, ya fuera por su tamaño, su peso, su más larga tradición democrática, etc. Ha sido una laboriosa travesía de estandarización democrática, económica e institucional tan intensa como disciplinada y llena de sacrificio. (Hasta el ancho de vía ferroviaria hubo que modificar pasando al 'ancho europeo' como un auténtico símbolo de transformación y disciplina). Y no digamos la incorporación a la moneda única -el euro- o el inmenso esfuerzo que la UE nos exigió con motivo de la grave crisis económica de 2007, las condiciones y los requerimientos.

Así pues, este gravísimo revés político y judicial deja bajo mínimos el entusiasmo y la confianza en una Unión Europea ya tocada por muchos frentes. Las declaraciones de la ministra de Justicia de Alemania en referencia a este asunto son una auténtica e insoslayable afrenta. La alusión de Katarina Barley indicando que es inadmisible el delito de rebelión en este caso o sus dudas acerca de que pueda extraditarse a Puigdemont por el delito de malversación concluyen de un modo mucho peor: «si no se justifica esta petición se levantará la orden de detención y entonces Puigdemont será un hombre libre en un país libre...»

En el país germano la legislación es muy dura con cualquier tentativa separatista. Es más, no existe el derecho a plantear alteraciones de su modelo territorial y no tiene cabida legal posible la existencia de un partido independentista. De todo hay que tomar nota.

Nadie dijo que fuera fácil. Éste es un largo camino, tanto el de nuestra integridad constitucional, modelo territorial y cumplimiento de la ley, como el de socio leal, cumplidor y de pleno derecho, de la Unión Europea; no un socio pasivo ni receptor neto de normas y exigencias. Esta batalla no ha acabado y no vamos a cejar, no podemos y tampoco queremos.

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