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Abogando

DOS DÍGITOS

ABOGANDO NIELSON SÁNCHEZ-STEWART

Miércoles, 17 de enero 2018, 00:38

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IGNORO cuantas veces he afirmado rotundamente que Marbella goza de la mejor climatología del mundo mundial. Está resultando cansina mi invitación a que alguien me contradiga. No puedo afirmar que es sólo por falta de argumentos el que no salga nadie a la palestra. Lo más probable es que no me hagan caso o que se recuerde que las comparaciones son odiosas. Nos hemos esforzado -uso el plural mayestático para que quepamos todos, unos por acción y la mayoría, por omisión- en estropear ese preciosos don del cielo, en los dos sentidos en que se utiliza esta expresión, pero no lo hemos conseguido todavía, aunque, quizá, vamos por el buen/mal camino. Cortando árboles, talando bosques, ocupando los lechos de los arroyos, interviniendo con escasa fortuna en las playas, en fin.

Estamos en invierno. No es ninguna novedad, pasa como con todas las mañanitas del mes de enero: que amanecen las uñas sobre los dedos. Pasa siempre, menos mal. Hemos superado la cita anual con las Fiestas. Un poco más gordos, estornudando y tosiendo pero comiendo. Es lo usual. Aquellos días han sido gloriosos y no sólo por el cocido, el pavo y los turrones. El sol brilló como en sus mejores momentos el primer día del año. Alentaba a despojarse de la ropa y meterse al agua. Algunos lo hicieron: fui testigo desde mi ventana, y sobrevivieron la experiencia. Había que tener auténtica vocación para quedarse al lado del aparato de televisión con don Riccardo que, desde el Musikverein, nos permitía alentar esperanzas de llegar en forma a los casi ochenta años. Porque casi, casi ese tiempo ha transcurrido desde que abrió los ojos en Nápoles. La vocación era necesaria para vencer el natural impulso de salir a la calle y abrir los brazos para empaparse del astro rey.

Ya con los Reyes, la cosa empezó a flaquear. Quizá era un recordatorio que nos pasamos un poco de jolgorio en estas fechas. Si queremos ser europeos deberíamos hacer como lo hacen los demás: el dos de enero están esforzándose con tenacidad en recuperar el tiempo perdido. Nosotros nos tomamos una semana más y parece que no pasa nada. Con los avances tecnológicos que permiten predecir hora por hora lo que nos deparará el clima, algunos previsores adelantaron las cabalgatas al día anterior. Si se trata de adelantar, podían haberlo hecho una semana antes. Los niños habrían tenido más tiempo de divertirse con sus juguetes. Y tampoco llovió. Ya no llueve nunca.

Pero lo que sí aconteció fue una bajada impresionante de las temperaturas. Vamos, que hizo un frío de envergadura. Como decía María José, con precisión, menos de dos dígitos. No estamos acostumbrados a esos embistes de la naturaleza ni mucho menos preparados. Es verdad que la AP 7 no se cubrió de nieve y nadie quedó aislado allí esperando que desde algún sitio le trajeran café y bocadillos ni tampoco se hundió ningún tejado ni se pudo ver a los niños esculpiendo muñecos ni dejándose deslizar en trineos, pero la verdad es que salir a pasear a determinadas horas no era plato de gusto. Para complicar las cosas, los meteorólogos se han inventado la expresión de sensación térmica que siempre difiere de la temperatura ambiente, normalmente para peor, más calor en verano y más frío en invierno. Son curiosos estos índices. Pensaba que las sensaciones son muy personales y subjetivas. Hay frioleros, no es lo mismo salir de un sitio temperado a arrostrar el medio que haber pasado la noche en el portal del Banco de Andalucía. La prueba fehaciente la tenemos en Londres, por ejemplo, donde se ven fornidos mocetones en camisa en las entradas de los edificios de sus despachos mientras tú das diente con diente. Están fumando, claro, pero el calorcito no proviene de la lumbre del cigarrillo sino del aire acondicionado o la calefacción que templaba su despacho, lugar de su inmediata proveniencia. Si en lugar de aquello con lo que se están envenenando tuviesen entre sus dedos un habano de esos que se consumían antes en bodas y bautizos y que requieren de una buena media hora para dar cuenta de ellos, no tendrían que esperar que el cáncer se manifestase, simplemente se congelarían.

Hemos regresado a los doce grados plus y todo vuelve a ser como antes. pero el grajo ha volado bajo. Ya se sabe, cuando vuela bajo hace un frío del c... y cuando vuela a trompicones, hace un frío de...

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