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Desmontando al machismo

El rayo verde ·

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Viernes, 4 de mayo 2018, 07:48

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«Nos tienen sin cuidado vuestras leyes, caballeros, nosotras situamos la libertad y la dignidad de la mujer por encima de todas esas consideraciones, y vamos a continuar esa guerra como lo hicimos en el pasado», decía Emelinne Pankhurst a principios del siglo XX. Las palabras de la 'suffragette' británica parecen escritas hoy. La 'cuarta ola' del feminismo, por muy 'punto cero' que se presente, entronca con las viejas aspiraciones aún por satisfacer. La cadena, la genealogía, tiene continuidad en las masas de mujeres que, hoy de nuevo en muchas ciudades, van a salir a las calles con una fuerza y una ira que asombran a los no avisados. Los gritos resuenan poderosos: «Aquí estamos las feministas», «hermana, yo sí te creo», «somos tu manada». La garganta tensa, el gesto enérgico, la emoción contagiosa, mujeres de todas las edades han dicho que ya no aguantan no solo una agresión más, sino que ni siquiera están dispuestas a seguir con miedo por las calles, a no poder disponer de su voluntad, de su libertad, de sí mismas. La sentencia contra los violadores de los sanfermines ha colmado el vaso de la paciencia y se extiende por todo el mundo, desde España pasando por los organismos internacionales.

No es cuestión de 'sus leyes', que se advierten tan defectuosas y tan masculinas, o no solo. Es que de pronto se ha roto el pacto tácito de silencio y vergüenza que concernía solo a las víctimas, culpabilizadas para colmo por la convención social que ellas mismas (nosotras) traemos interiorizada de serie. Las confesiones de abusos que estos días se han leído por redes sociales mundiales, #cuéntalo, son un inventario aproximado de lo que sucede cada día en cualquier lugar, con la misma naturalidad con que el sol sale cada mañana. Peores aún son las que ni siquiera se atreven a ser formuladas, de lo que duelen.

En esas estamos, desmontando al machismo. Es una tarea enorme, hermosa, imparable. Los partidos políticos hacen dramáticos, y patéticos, esfuerzos para subirse a la ola morada. Desde dentro se sabe que el gran peligro ahora mismo es la politización en cuanto apropiación partidista, porque si algo es político en su más puro sentido es este movimiento del feminismo. No tiene dueño, y a la vez caben todos. El PP busca de manera extemporánea pescar votos, de ahí el increíble dedo acusador del ministro Catalá contra el juez del voto particular y el CGPJ; el PSOE no se fía porque cree que es dar bazas a Podemos, C's va a pagar caro su desnortamiento y falta de sensibilidad feminista y Podemos, tras el cartel de 'Nosotras' ante los tres líderes machirulos, ya va aviado.

Aquí estamos, pues. Nosotras no violamos, decía un antiguo grito. Pero tenemos mucha faena por hacer: cambiar las leyes, evitar nuevas 'manadas', desmontar la trata, la pornografía, desprogramar a los hombres (y a las mujeres), educar a los jóvenes, hasta que podamos salir solas, entrar en un bar, ir al cine, relacionarnos sin miedo a ser asaltadas. Ese día llegará.

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