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Coartada

Sabíamos que desde el Gobierno central había que jugar la partida del 1-O con inteligencia. Pero se falló

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Jueves, 5 de octubre 2017, 07:56

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Sabemos desde hace tiempo que el motor que hay detrás del independentismo tiene un trasfondo populista, que se alimenta de apelaciones al sentimentalismo patriótico (ser catalanista a ultranza también es ser patriotero) y que ha manejado con pericia la propaganda eligiendo un enemigo común y fácilmente identificable. Meten en un mismo saco a España, el PP y el fascismo. En Gran Bretaña eligieron a Europa como el lastre que les impedía remontar un esplendoroso vuelo hacia la utopía. Unos y otros se alimentan de lo mismo. Todo eso lo sabíamos y se ha visto desde varias ópticas. La macro y la micro. La europea, con los padres del 'Brexit' saliendo en defensa de los soberanistas, o la municipal, con Málaga Ahora e IU negándose a apoyar el manifiesto de la Federación Española de Municipios a favor del Estado de Derecho. Es decir, aquellos que recelan de la Unión Europea y de la legalidad vigente, demócratica por cierto.

Eso lo sabíamos. Y sabíamos que desde el Gobierno central había que jugar la partida del 1-O con inteligencia. Pero se falló. Y quien falló estrepitosamente fue el responsable de las fuerzas de seguridad, que uno entiende es el ministro de Interior. Se falló porque desde semanas antes se nos venía asegurando con firmeza que no habría urnas, que no habría papeletas y que la parodia de referéndum no se iba a celebrar. Hubo papeletas y urnas. Y la cadena de fallos continuó al confiar cándidamente en los Mossos de Esquadra a pesar de las claras señales de deslealtad que venían mostrando. Y el fallo mayor vino a continuación cuando se les ordenó a los policías que intentaran desmantelar, sobre la marcha y cuando ya era demasiado tarde, la organización del falso referéndum en una labor que excedía sus capacidades físicas. Y ahí dieron la gran coartada al independentismo.

Le dieron la coartada, propiciaron que se captaran unas imágenes excesivas, para a continuación ordenarles que se retiraran permitiendo que se siguiera con las votaciones y poniendo del lado del soberanismo a muchos que hasta entonces habían permanecido tibios. Más que por el Gobierno central parecieron dirigidos por el Govern. No pudieron acabar con la celebración de la patética consulta y además acabaron manchados. Se vieron imágenes que nunca se tenían que haber visto, no muy diferentes a las que se producen en otros altercados en Europa o en el corazón de Barcelona (plaza de Cataluña, Mossos aporreando o 'arrancando cebollas' según su propia terminología), no muy diferentes, digo, pero sí suficientes como para dar pie a exageraciones, distorsiones y distracción de la cuestión central, la de la voladura de la legalidad por parte de una Generalitat que ha subvertido la Constitución y el Estatut. Un grave error que no es achacable a unos policías que además se han sentido abandonados por sus susperiores, sino precisamente a ellos, a los superiores, a la cabeza impensante y desbordada de su ministerio, tan cicatera con ellos y tan involuntariamente generosa con los transgresores de la ley.

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