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La ciudad sin luces

La licenciosa ciudad silenciosa pierde en la prórroga

Pablo Aranda

Málaga

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Miércoles, 6 de diciembre 2017, 10:10

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El Málaga ha vuelto a ocupar la última plaza de la clasificación, pero tranquiliza saber que el club busca un fichaje en Segunda División. Al final ganaremos algunos partidos que permitirán la permanencia. Así ha sido siempre antes de la venida del jeque, pero ahora nos han puesto de nuevo en jaque. Para muchos el equipo es una patria y en esta época de banderas al viento nada hay como ondear una bufanda, sobre todo ahora que ha llegado esto que llamamos frío. En el puente nuestras máximas serán las máximas de todos, y brillando el sol no importa tanto que el equipo no gane siempre, aunque no estaría mal que ganase de vez en cuando. Lo bueno es que en otros deportes nos va mejor, y ahí están por ejemplo las guerreras del balonmano, buscando dinero para ir desde Rincón de la Victoria a Kaunas, en Lituania, aquella ciudad que Sabonis puso en el mapa antes de venirse a vivir a Málaga, donde nos mira desde arriba. Sabonis fue uno de los guerreros de mi infancia, y Tachenko un gigante bueno. El hijo de Sabonis se ha formado en el Unicaja, y el de Tachenko, que no ha heredado el bigote paterno, en el Dynamo de Moscú. El baloncesto malagueño peligra por arriba, pues las instituciones nos han puesto un taponazo sin discusión. La última jugada del Ayuntamiento ha sido personal en ataque, y la Junta ha reaccionado con personal defensiva. Mientras tanto, los niños y niñas se quedan en el banquillo.

El fútbol en cambio peligra por abajo, con nuevos casos de aficionados salvajes. Una ayudante del árbitro, en un partido de Alhaurín de la Torre, ha denunciado todo tipo de improperios machistas por parte de unos modernos muchachos del público, que fueron expulsados por el club, ojalá sirva de algo. Por la boca muere el pez, pero antes de morir balbucea a base de bien. El baloncesto base hará una protesta el sábado 16, suspendiendo trescientos partidos sólo en Málaga. Hablar de trescientos partidos es hablar de seis mil jugadores, a diez jugadores por equipo, más la familia que a pie de pista ha madrugado para ver jugar a su hijo, que suele ser el mejor. ¿Quién llevaría en coche a los partidos al adolescente Tachenko en la capital de la Unión Soviética? Podría bajar la ventanilla del conductor sin moverse del asiento de atrás. Lo mejor de ser tan alto es por la noche, cuando te cansas de leer y da igual donde esté el interruptor de la luz porque llegas. Ahora hay que leer al levantarse, de día, porque la luz sigue subiendo. De nada nos sirve este sol, pues para consumirlo hay que pagar impuestos. Mucha luz y pocas luces y la ciudad silenciosa por las tardes, sin botes de balón ni chiquillos corriendo por las canchas. Sólo el ruido de los coches, que siguen saltándose los pasos de cebra, el de los bares, y el de algunos machotes gritando desde las gradas, sin saber de qué va esto.

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