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El Balne

Intruso del norte ·

Querer a los Baños es odiar a los temporales

JESÚS NIETO JURADO

Lunes, 4 de junio 2018, 08:28

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Mirar al mar tiene algo de canción de Sepúlveda, de salvífico. Cierto punto entre la cursilería y lo sublime. Dicen que un 'atardecielo' de pesca equivale a un día más de vida. Quién sabe. Lo mismo pasa en 'El Balne', aunque lo que se pesque sea una luz única y un delfínido saltarín que se cuela en el 'selfie'.

En nuestra geografía más íntima siempre hubo un verano (Antonio Soler) y una rubia (Paula), y esa rubia y ese verano andarán ahora en el Balneario.

Los Baños del Carmen son el encanto de la ciudad y una metáfora de algo muy profundo que trasciende a la propia ciudad. No pude asistir a la presentación del libro sobre el centenario porque la conformación de la 'antiEspaña' me reclamaba en Madrid. Pasó que Pérez-Reverte y Leandro Pérez -'zendianos'- me llevaron a un balcón de la plaza de Santa Ana, y quise ver el mar, y la torre de la Catedral, y la Noria que a mí me gusta: aunque sólo eran los desmontes de Getafe con sus respectivas luces.

Yo a Miguel Santamarina le hablaba de los astilleros, de la casa natal de Bernardo de Gálvez, y me imaginaba el mar con un 'pensacola' con hielo, y recordaba tantas conversaciones en 'el murito', que es el extrarradio gamberro del Balneario o la primera puerta a él. O el jardín del Manhattan, si arrecian entre las columnas el terral o el relente.

Pero volviendo al Balneario -eterno retorno de nosotros mismos-, hay que decir que es el pulmón espiritual de la ciudad cuando vamos a la 'hora bruja' a rodar un documental. O a encontrarnos.

Hay memoria de los simios pajilleros. De que hubo algún partido con la 'Real Unión' que quizá fuera la 'Real Sociedad' u otro equipo que estará perfectamente documentado por Cristóbal Villalobos. El Balne es un espacio con la fuerza necesaria para que la nostalgia se vuelva constructiva. Si hay un trozo con literatura es ése, sobre el que desde aquí propongo un premio de lirismos escritos.

Si hay que poner un sitio en el mapa de las cosas que merecen la pena es una noche suave en los Baños, con un amigo curándonos la taquicardia. Bueno es que le hagan este homenaje: con la prosa de Lillo y Morgado, de Juvenal, y de Alfredo, de Ana y de Paco Griñán, y con el maestro Alcántara en ese verano en el que probablemente no se estaba ya en guerra.

Hacía falta que la literatura y la Historia se combinasen frente a los temporales y las borrascas. Chapu Apaolaza tiene el Balneario en el imaginario idealizado y verdadero de esta ciudad con sus más y mejores horas. Le llevaré el libro para que lo disfrute antes de irse a jugársela en la Estafeta sanferminera. Perdonad tantos nombres, pero mi Balne siempre ha sido un edén compartido. El Balneario me suena a habanera, y cada vez odio yo más a los temporales del otoño.

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