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ROSA BELMONTE
Martes, 19 de junio 2018, 07:50
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No es sólo la cárcel, es lo de alrededor. La condena pública, el descrédito… La prisión de Brieva a la que ha ido Urdangarín parece un sitio ideal, sin nadie que te dé por saco (salvo los funcionarios). ¿Qué hay de malo en la soledad? Lo hay en la falta de libertad. Leo en 'El confidencial' el diario de un preso español en Tánger: «Dormimos en el suelo y las cucarachas nos pasan por la cara. Hay ratas grandes como gatos… Nos tenemos que pagar la comida y las medicinas con nuestro dinero… En doce metros hay 56 personas. Dormimos con las piernas encajadas. Mi preocupación es no salir herido, no por arma blanca, sino por arma negra, la de sus uñas». Brieva parece el Four Seasons. Urdangarin no es Xavier de Maistre y no va a escribir 'Viaje alrededor de una habitación' (ni tiene criado y perro). Es sólo un pijo que vivía como un pijo con extras de privilegiado. Por ejemplo, en los aeropuertos, donde sí hay clases. Las cárceles igualan más.
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