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ARBEIT MACHT FREI

NIELSON SÁNCHEZ-STEWART

Miércoles, 23 de mayo 2018, 08:04

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Esa frasecita, como es bien sabido, campeaba sobre las puertas de los abominables campos de concentración de Auschwitz y Dachau y de algún otro. He tenido la fortuna y la desgracia, dos situaciones encontradas, de verlas con mis propios ojos, escritas en un hierro negro retorcido. Un engaño para los pobres que eran conducidos a esos sitios porque era falso que el trabajo los haría libres por si mismo. Solamente, en la medida en que hiciesen bien la labor que se les asignaba y reclamasen poco o nada, tenían alguna posibilidad de sobrevivir y siempre que sus odiosos opresores perdiesen la guerra y algún ejército caritativo les liberase. Sólo teniendo eso en cuenta, partiendo de la base que el que la colgó supiese, que no lo sabía, como se iba a desarrollar el futuro había un atisbo de verdad cargado de cinismo. El eslogan no era original de los fulanos que lo colgaron. Es el título de un libro del siglo XIX que ensalza la labor humana siempre teñida de un claro e inútil nacionalismo escrito como contraposición de las tendencias internacionalistas del socialismo que empezaba a surgir con fuerza por aquellas épocas. Hay anécdotas sobre los infames dinteles, una letra escrita al revés, el robo y la recuperación del más famoso, la personalidad del que tuvo la idea. Cuando mis hijos eran pequeños les instalé un poster en la entrada de su habitación que rezaba justamente eso. Fue tapado por otras decoraciones con el paso del tiempo. Pero, en este caso, decía una verdad.

Viene esto a colación por dos motivos de bastante actualidad. Uno porque ha caído en mis manos un estudio del London School of Economics que afirma, sin género de dudas que el trabajo, si va acompañado de un sistema que garantice el bienestar, es el principal factor que asegura la felicidad colectiva. Los autores, 29 académicos de lo más granado, insisten en que la primera ocupación de los políticos debe ser el priorizar el objetivo de mantener un bajo índice de desempleo ya que así se evita la depresión, el complejo de inferioridad y otros desórdenes psicológicos que pueden acarrear hasta el suicidio. Lo curioso es que según estos expertos, mientras el empleo no trae aparejada necesariamente la felicidad, el paro es segurísimo conductor de la desdicha y de más cosas, ninguna buena. Así que la recomendación al personal es que no hay que quejarse por lo largo que se hace la jornada, por lo pesado que es el jefe ni por lo aburrido que resulta hacer siempre lo mismo y levantarse tan temprano. Puede ser que el trabajo no nos haga libres pero nos hace felices.

El segundo motivo es, a mi juicio, más alarmante. Hace unos días se han conocido los datos del paro, pormenorizado por ciudades y pueblos. A pesar que se decía que el número de desempleados bajaba otra vez, ya que ha descendido durante los últimos tres meses, una tendencia que era exactamente la contraria antes, con machacona insistencia, me he quedado asombrado con las cifras que, confieso, es la primera vez que examinaba. Los números son increíbles y no utilizo el término en el sentido figurado que le damos con frecuencia.

Según la minuciosa estadística publicada, que seguramente todos conocemos, hay en Marbella ¡10.987! personas inscritas en la oficina del servicio público de empleo. Para respetar la tendencia actual de distinguir según el sexo del individuo, 6.411 son mujeres y 4.576, varones.

Si no me equivoco, esta hermosa ciudad tenía 141.172 habitantes en 2017, entre hombres, mujeres y niños. Me imagino que la población sigue, más o menos, la tónica normal del resto de España donde se distribuye por edades en tramos. El 15,43 por ciento tiene menos de 14 años y el 17,85, más de 65. Esta asimetría también es inquietante: ya se dice que se venden más bastones que chupetes. Si restamos del total los que aún no comienzan a trabajar y a los que ya han dado de mano definitivamente, nos quedan dos tercios en edad de laborar. Aplicando la proporción al censo, nos arroja 94.049 personas que integran las fuerzas de la ciudad donde más de uno por cada diez está apuntado al paro.

Nos hemos acostumbrado unos guarismos porfiados que se resisten a descender a pesar de los vaivenes de la economía que en oportunidades se inclinan en la dirección correcta y los miramos con escepticismo, tanto a los guarismos como a los vaivenes.

Si son ciertos estos datos queda demostrado que el trabajo no es la única clave para la felicidad.

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