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DE LA AGONIA AL EXTASIS

NIELSON SÁNCHEZ-STEWART

Miércoles, 18 de abril 2018, 08:02

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NO hay términos medios. Hace un par de meses, los agoreros pronosticábamos que la desertización de la península era imparable. Que el Gobi sería un oasis en comparación con el secarral en que se transformaría la piel de toro. Que desde el siglo XIX no se veía una sequía tan pertinaz. Este sustantivo y adjetivo están indisolublemente ligados desde hace ya mucho: aparecían en todos los discursos que pronunciaba el anterior jefe del Estado que estaba obsesionado por el líquido elemento. No en balde se había pasado media vida en las dunas del país vecino, pasando sed y preocupado de que su gente no se deshidratase antes de entrar en combate. Por eso, quizá, es que sus principales obras públicas se concentraron en la construcción de embalses. Paquito Pantanos le llamaban a sus espaldas cuando se referían a esa faceta de su seca personalidad. En Marbella se construyó el de Río Verde con encomiable visión de futuro porque no sé qué habríamos hecho si no dispusiésemos de esa reserva. Los veranos sin agua son muy complicados y los pueblos del litoral se las ven y se las desean para suministrar a los locales y visitantes. Paradojas del mundo. No hay qué beber ni con qué lavarse mientras se contempla trillones de toneladas donde sólo puedes nadar, pescar y navegar.

Nuestras instalaciones ya son insuficientes. El otro día discutíamos con mi amigo Antonio por qué el nivel de la desembocadura había subido más de un pié y el río parecía río y no el triste espejo al que estamos acostumbrado. Ni los patos se creían el nuevo mundo al que se enfrentaban. Sostenía yo que se había rellenado la capacidad de la reserva y que se estaba desaguando. Pues resultó ser así: una pena porque se pierde algo precioso. Este remedio es inevitable porque peor sería que explotase el dique y se produjese el terrible efecto de la inundación y la avalancha. Pero mientras unas regiones lloran y claman por unas cuantas gotas que les permitan regar sus sembrados, en otras, los torrentes corren libres rumbo al mar después de causar daños millonarios. Hacía mucho que no veía llover con tanta insistencia y no sé si hemos llegado a los límites normales o presuntamente normales que me parecen, en caso que no los hayamos alcanzado, muy exigentes.

Esto de estar mirando al cielo a ver si cae algo de lluvia es un problema universal. En Bolivia, el lago Poopó, que tiene un curioso nombre, especialmente si tomamos en cuenta que el río Desaguadero lo comunica con otro lago, el Titicaca - denominaciones todas bastantes escatológicas- está seco como la mojama. Antes aparecía y desaparecía según el régimen pluvial pero ahora parece que ya no aparecerá más. Da pena ver las embarcaciones entre los terrones, inútiles, a lo peor, para siempre. El Tanganica que es un pedazo de lago, se está calentando. Si uno se baña allí puede llevar jabón y champú, es un decir, porque la temperatura ha alcanzado un nivel nunca visto y se evapora. No hay duda que nuestro planeta está cambiando: en pleno invierno, un barco pudo navegar desde San Petersburgo hasta Vladivostok por el Océano Ártico, una proeza que había resultado inimaginable hace muy poco. El Gran Lago Salado ha perdido el cuarenta por ciento de su capacidad y sigue bajando para desconcierto de las aves migratorias que pasan por allí y no se explican la situación.

Unos tanto y otros tan poco. El trasvase del Ebro, una iniciativa que permitiría la irrigación de vastas superficies sin molestar a nadie ni quitarle lo suyo era lo más lógico. Pero claro, la burocracia se ha interpuesto y para ultimarla es necesario contar con el beneplácito no sólo del estado sino de varias comunidades autónomas que tiran, como es natural cada una para sí. Y lo curioso es que el proyecto se fue a la porra mientras eran los mismos los que gobernaban en todas las administraciones involucradas. Ahora, como está el patio, será imposible revivirlo. Otro trasvase, el Tajo-Seguro tuvo más suerte, lo más probable porque el proyecto fue encargado por don Indalecio y, a pesar de su color político, impulsado después con éxito. Pero ya se ha advertido que no es antecedente para el abortado.

De momento, este año, se han cubierto las expectativas. De la carencia hemos pasado a la superabundancia. Del agostamiento a la inundación.

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