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Primeras damas

FRANCISCO APAOLAZA

Jueves, 25 de mayo 2017, 08:09

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Después de hacer del Despacho Oval un híbrido entre una delegación del KGB y el coño de la Bernarda, ahora Trump ha convertido el Air Force One parece el avión de Aterriza como puedas. Con Obama se comían en ese avión unas hamburguesas que estaban para matarse. Ahora son todo líos. Cada vez que se bajan del avión presidencial, Trump y la primera dama parecen salidos de Mujeres, hombres y viceversa. En varias ocasiones, Melania, que seguro que en realidad es una estupenda persona aunque tenga aspecto de supervillana, le ha quitado la mano, aunque con ademán de estar a punto de quitarle la boina a gorrazos.

Ahora tienen que lidiar con él sus asesores, que son una gente que se gana el sueldo. Los medios norteamericanos, cuyas páginas sobre política parecen tomadas por viñetistas, cuentan que los asesores del presidente deben redactar con frases cortas, palabras elementales y cada pocas frases, tienen que colar un TRUMP si quieren mantener la atención del jefe. Es decir, que para hacerse cargo de los etéreos equilibrios que gobiernan el planeta, al hombre más poderoso del mundo le tienen que hacer un croquis de colores y creen que ni así se entera. Hay sospechas cada vez mas fundadas de que Trump puede confundir el botón del ataque nuclear con el de la vida extra del mando de la Playstation y hacer saltar el mundo por los aires creyendo que tira a gol.

Las primeras damas tienen un halo muy literario. Cuando me encontré con Michelle Obama vi a una mujer a la que cualquiera seguiría al fin del mundo. Todas las que tuvimos en esta España han sido objeto de fascinaciones varias. Creo que si a Ana Botella le hubieran dado más tiempo para concluir su proyecto, hubiera forrado la fachada de Nuevos Ministerios de toile de jouie. No era la suya una tendencia a conformarse, dicho esto de manera suave y teniendo en cuenta que los que lo decían pertenecían al servicio. El servicio, en cambio, siempre consideró a Sonsoles Espinosa, tan moderna, tan lírica, tan de ir a cantar, una mujer de una educación exquisita que en todo el tiempo en que duró su mandato consorte no dijo nunca si la sopa estaba fría o le faltaban sal a los macarrones. Y Elvira, la señora actual, tan en la distancia con esa discreción calmada. España será un estado moderno y tal, pero en Moncloa a las señoras aún les corresponde elegir el menú y la decoración. Como si ellos no tuvieran boca. #saveMelania

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