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INTRUSO DEL NORTE

Espantar el futuro

Málaga existe pese a los que quieren la ciudad en ‘NO es NO’

JESÚS NIETO JURADO

Lunes, 22 de mayo 2017, 08:17

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Hay trenes que pasan sólo una vez. Trenes que quizá tengan un horario temprano, o una combinación difícil, o en los que vayamos sentados en contra del sentido. Pero son esos trenes los que van a determinar toda una existencia y todo un futuro. Son trenes que la Fortuna ha puesto aquí, frente a nosotros. Me refiero a estos trenes habilitados para una colectividad, pongamos que el tren Banderas; trenes que se dejan pasar con mucho de cacareo contrario, con mucho piar de redes sociales para que al final vengan de Sevilla o del Levante a comernos la tostada. Y es que en todo en esta vida hay un sí, un no y un basta, pero en esta semana hemos conocido a los odiadores malacitanos y a su querencia para marear la perdiz y espantar a los inversores y al sentido común: esos odiadores que quizá anden escondidos entre el primer café de la mañana y el grupito de runners que, a la hora del atardecielo, se juegan el infarto con un trotecillo sudoroso por el Paseo Marítimo. El odiador profesional es, sin duda, una derivación 3.0 del malaferia; alguien que argumenta de oídas, un señor de edad indeterminada, entre los 18 y los 100, para el que cualquier innovación para la ciudad es nefasta de inicio. Este odiador de la ciudad consume gran parte de su tiempo vital en enmendar la plana al político, sin distinción de siglas. El odiador vende una honorabilidad inmaculada, vive fuera de la ciudad y quisiera para él una urbe provinciana, con casas matas, de espaldas al mar. Y es que el odiador no tiene un futuro claro para Málaga, y es, para que me entiendan, como si la ciudad que dejamos atrás viniera a hacerse persona y a berrear, sin alternativas y con mucho de trazo grueso y de insulto.

Alguna vez he contado en este periódico la realidad tangible de la ciudad, su proyección internacional a pesar de muchos de los peros: algunos intencionados, otros subsanables, y otros peros derivados de esos debates a tenor de los cuales la ciudad andaría, ya desde los fenicios, en sempiterno estado «de debate». Porque para cualquier reflexión urbana se precisa de un mínimo de inteligencia y de contrarréplica, y no de enmienda a la totalidad como sistema. Es hacer del NO es NO pedrista una justificación, de la vida y su bregar, que cala en los colectivos de opinión más pusilánimes y manejables.

Hay trenes que vienen por los raíles de la valentía y de los nuevos tiempos. Trenes que hay que coger y debatir con igual pasión que inteligencia y buena voluntad. Regodearse en medias verdades, en representaciones torticeras de la voluntad popular de unos y de otros, sólo conduce a aquellos tiempos del páramo.

Toda ciudad es un mundo si amamos a uno sólo de sus habitantes; Málaga ama a Banderas y Banderas ama a Málaga . Pero pasa que los inversores, los lectores del New York Times, los estudiantes de español y el mercado -así en conjunto- no están ni para sentimentalismos ni para más problemas que los justos.

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