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la tribuna

Nunca hemos tenido cartera

No es una confrontación con otras ciudades, ni siquiera es un agravio comparativo, es un claro menosprecio a Málaga

isidro prat (Médico y director del Centro de Medicina Transfusional de Málaga)

Domingo, 21 de mayo 2017, 09:38

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Los malagueños, presumimos de tener una de las ciudades más antiguas de Europa. Por aquí han transitado fenicios, cartagineses, romanos, visigodos, musulmanes y cristianos. Hemos ido alternando épocas de radiante esplendor con otras de clara decadencia. Tras la conquista de América, las autoridades decidieron otorgar a Sevilla el monopolio de todo el comercio colonial. Nos quedamos con un palmo de narices a pesar de tener la bahía protectora y un puerto marítimo. Tuvimos que esperar más de 300 años para que se eliminara ese privilegio naval que nos perjudicaba. A principios del siglo XIX, se instalaron en Málaga un puñado de emprendedores procedentes de otras tierras. El despegue industrial fue espectacular. En 1831, Manuel Agustín Heredia, constituyó en Marbella los primeros Altos Hornos españoles, la siderurgia se extendió a Málaga capital, se crearon textiles, refinerías de azúcar y una larga lista de industrias. Las actividades comerciales salpicaron la provincia y alcanzamos un desarrollo económico sin precedentes que culminó con la fundación del Banco de Málaga. Días de vino y rosas. Una época gloriosa que no aguantó por carecer de infraestructuras ferroviarias. La construcción del ferrocarril, fue promovida por varios empresarios malagueños que se gastaron 210 millones de reales de sus propios bolsillos. El Estado no puso ni un duro para el tren. Mientras tanto, cogieron la delantera nuestros competidores del norte, especialmente asturianos, vascos y catalanes. Las empresas cerraron, el comercio se hundió y la filoxera hizo el resto llevándose por delante nuestros viñedos, nuestra economía y nuestro futuro. La Guerra Civil, supuso otra vuelta de tuerca. Málaga, plantó cara a la sublevación militar, sufrió destrucciones, la desbandá y unos 4.000 fusilados. Como penitencia, no nos dejaron ni las migajas de los Polos de Desarrollo impulsados por el régimen de Franco. Mientras, a nuestras vecinas Sevilla, Campo de Gibraltar y Huelva, les cayó del cielo importantes industrias y puestos de trabajo. Aquí, ni se fomentó la actividad industrial, ni llegaron inversiones estatales, ni se facilitó la implantación de empresas, ni hubo empleo. Otro desplome económico y una gran emigración al canto.

La asignación de la capitalidad autonómica, fue otro palo. Se postuló la malagueña Antequera, por ser centro geográfico de Andalucía, pero, finalmente, el pájaro se escapó de la jaula y se nos fue a Sevilla. A la misma velocidad que Madrid iba descentralizando competencias la capital andaluza se las iba quedando. Vimos, como su alcalde reclamaba, además, que se aplicara la ley de capitalidad y pedía más dinero para su ciudad. Con la pretendida fusión de la malagueña Unicaja y la sevillana Cajasol, nos querían birlar la sede. A esas alturas de la historia, no nos fiamos de nadie.

Gracias al enclave y a las excelentes comunicaciones por tierra, mar y aire, Málaga vuelve a vivir un periodo emergente. El turismo crece, la construcción vuelve, asoman las inversiones industriales y se consolida el Parque Tecnológico de Andalucía con empresas pioneras en electrónica, informática y telecomunicaciones. Estamos despegando de nuevo cuando es evidente la parálisis de otras ciudades de nuestro entorno. Málaga, es el motor económico de Andalucía por méritos propios y una máquina de hacer dinero para las arcas del Estado, pero, cuando se trata de apoyar grandes inversiones, siempre toca a otros.

Hemos podido tener la posibilidad de competir para albergar la sede de la Agencia Europea del Medicamento, si es que se marcha de Londres tras el Brexit. Se trata de una entidad prestigiosa, responsable de la evaluación científica y de la autorización de nuevos medicamentos. Además, participa en actividades investigación e innovación de la industria farmacéutica. Una red que cuenta con más de 4.000 expertos y un presupuesto de 322 millones. Pero, una vez más, nos han robado la cartera. El Gobierno ya tenía el pescado vendido a favor de Barcelona.

Sevilla, se llevó el peso institucional de nuestra Comunidad y la Expo92 con un presupuesto adicional de 112.100 millones de pesetas. Una dotación económica tremenda que transformó la ciudad con AVE, aeropuerto, reordenación urbana, Isla de la Cartuja y nueve puentes sobre el Guadalquivir. Una apuesta firme de Felipe González, sevillano por cierto. Barcelona, se transformó gracias a unas olimpiadas traídas de la mano del barcelonés Juan Antonio Samaranch, otro que tiró para casa. Zaragoza, ha sido bañada con una millonada por obra y gracia de la Expo del Agua, un fiasco de 700 millones de euros directos y 1.550 en infraestructuras para la ciudad. Valencia ha tenido su Copa de América, Gran Premio de Fórmula 1, mundiales de atletismo y motociclismo y, de postre, la Ciudad de las Artes y las Ciencias, Mallorca su Copa del Mundo de Vela Olímpica y Madrid no ha tenido su Olimpiada pero ya se ha gastado un presupuesto de campeonato por si cae la breva. Málaga para cuando.

No es una confrontación con otras ciudades, ni siquiera es un agravio comparativo, es un claro menosprecio a Málaga. Queremos la Agencia Europea del Medicamento, la Expo Tecnológica o la Olimpiada Turística. Tienen donde escoger. No hay que poner la ciudad en el mapa mundi, que ya lo está. Se trata de conseguir grandes infraestructuras que transformen la ciudad, de recibir una inyección extraordinaria de dinero, como han tenido otros. No nos pueden robar la cartera. Nunca hemos tenido cartera.

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