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VOLTAJE

Enterrar el metro

El espectáculo es tal que ya se nos ha olvidado para qué queríamos un metro un metro

Txema Martín

Viernes, 12 de mayo 2017, 07:48

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La semana pasada vimos al alcalde cayéndose de una bicicleta, ayer lo vimos caerse en el metro. Parece mentira que a estas alturas de la obra los políticos continúen dando la impresión no ya de no ponerse de acuerdo, algo a lo que ya estamos totalmente acostumbrados, sino de no tener ni pajolera idea sobre lo que es mejor para la ciudad. Como sospechábamos, este proyecto faraónico no sólo está dispuesto a hipotecarnos, también parece destinado a mostrar lo más auténtico de nuestra clase dirigente. El espectáculo está tomando tal cariz que ya se nos ha olvidado para qué queríamos un metro.

El divorcio entre la Junta y el Ayuntamiento, o su último episodio, resultó ayer escenificado mediante una protesta callejera de varios dirigentes del PP con cuatro vecinos y un atril. La puesta en escena era tremenda, los argumentos parecían improvisados a última hora y resultaron descacharrantes. Y eso pasando por alto que los enganches dialécticos que provoca el asunto del metro están empezando a emplear un lenguaje belicoso que suena violento y ridículo al mismo tiempo. Allí, a pie de calle, frente al estupendo atril de metacrilato y rodeados de fieles con pancartas tan profundas como No al metro, se dijo por ejemplo que atacar al Ayuntamiento era hacerlo a todos los malagueños, una gran chorrada que ignora que por esa regla de tres criticar a la Junta también supondría hacer lo propio a los andaluces. La ocurrencia de llevar el metro hasta la Plaza de la Marina como sustitución del flujo de todo el tramo hasta el Civil tampoco se entiende. ¿Realmente hay alguna diferencia entre una parada en La Marina respecto a la proyectada en la Alameda? Por favor, ¡pero si están al lado! Y todo ello con esta última manía de aludir otra vez a la voluntad de los vecinos es un comodín que ya resulta inútil, máxime cuando las demostraciones de fuerza han quedado reducidas a decenas de habitantes en un barrio con decenas de miles de vecinos cuya mayoría imagino que estará igualito que nosotros: viéndolas venir.

Nos aventuramos a decir que si hay algo en lo que de verdad esté de acuerdo todo el mundo es en que las obras del metro tienen que terminar ya. Dentro de poco nos sorprenderemos pidiendo que entierren el metro entero ante la evidencia de que no están siendo capaces de gestionarlo. Que las generaciones venideras lo descubran como un yacimiento. De otro modo y si seguimos así, llegará el día en el que contemos por décadas el tiempo en el que se ha condenado la Alameda Principal al ostracismo de la obra pública, justo igual que un montón de comercios que están yéndose a la ruina por los retrasos. Que no sepan cómo va a terminar la obra es clamoroso, pero estas disputas y numeritos públicos lo único que provocan es hartazgo.

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