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GOLPE DE DADOS

Que por mayo era por mayo

Alfredo Taján

Jueves, 4 de mayo 2017, 08:07

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Este primer verso del romance anónimo El prisionero, que se supone escrito en las postrimerías del siglo XV pero que parece redactado ayer por la mañana, me recuerda que mientras va apretando la calor, en estos primeros días de mayo, aún más cruel que abril, se agolpan, atropellándose, las efemérides cambiantes de la Historia del mundo. En cuanto al Uno de Mayo no es ningún disparate afirmar que ha perdido el fuerte tono reivindicativo que poseía en sus inicios; aquellas consignas repetidas hasta la saciedad en el gramófono de piedra del movimiento obrero ahora son un débil eco de aquella mezcla de arrogancia, amenaza y razón con la que hace cien años se ponía en jaque la plusvalía de los poderosos. Un frágil hilo de voz ha sustituido al espíritu vocinglero y radical que se hacía oír alto y claro en aquellas huelgas masivas para conseguir jornadas de ocho horas, o salarios dignos, una lucha que muchas veces se saldó con baños de sangre gracias a la autoridad incompetente. Aunque la riqueza sigue naciendo de la usura acumulativa y detesta la redistribución de la riqueza, la sofisticación de los modelos productivos y una clase media, aunque maltratada, domesticada, han desvirtuado el símbolo ideológico, la pureza dialéctica, del Uno de Mayo como Día Internacional de los Trabajadores. No es que hayamos conseguido poner en pie una sociedad utópica -suma de lo ético y lo estético-, a lo William Morris, aquel sociólogo y diseñador fabiano que escribió Noticias de ninguna parte, pero resulta paradójico observar que movimientos multitudinarios -recordemos el 15 M- al final han sido engullidos por el sistema que al principio querían destruir. Si a esto se añade el halo de camorra siciliana, real o imaginaria, que rodea al movimiento sindical, el prestigio de su desprestigio, el cóctel está preparado y listo para servir.

Las imágenes se suceden a ritmo vertiginoso y se cuelan en el almacén de la memoria. Si pasamos página, y día, y pensamos en el Dos de Mayo, nos viene a la cabeza un pelotón de fusilamiento, la rabia contra el gabacho, Murat masacrando sin piedad a los madrileños, y sangre, otra vez, siempre, sangre. Pero en esta gesta heroica contra los principios de la Revolución Francesa que Napoleón quería imponer por la fuerza a un país atrasado y regido por unos monarcas frikies y cobardes, no hay más que un odio voraz contra las Luces, en cuanto que las Luces cegaban, hacían daño. Era preferible vivir en la oscuridad que adaptarse a los nuevos tiempos. Fernando VII y su repugnante camarilla exaltaron los ánimos capitalinos exhibiendo al pobre infante Francisco de Paula, en las contra-ventanas del Palacio de Oriente, justo antes de ser secuestrado. ¿Por quién y con qué motivo? La verdad, no sé a ciencia cierta qué se celebra el Dos de Mayo, ¿acaso un exterminio?; lo confieso: no me es simpática esta fecha, sus aristas queman. En cualquier caso, creo que debemos revisar nuestro almanaque.

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