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EL RAYO VERDE

Zoido pregunta

Lalia González

Viernes, 28 de abril 2017, 08:23

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Los más formales seguidores de la actualidad española piensan que se parece a la serie House of Cards, la ficción americana que cuenta cómo un político, primero vicepresidente, luego presidente, sin moral ni escrúpulos es capaz de cualquier cosa por mantener el poder. Ya quedó atrás la cercanía con Borgen y la corrección danesa, donde todo lo más que podía ofrecerse de enseñanza aprovechable es un escenario de pactos multipartido y la carambola de que gobernara alguien que no pertenecía a la fuerza ganadora. Qué tiernamente ingenuos éramos. A la vista de lo que está pasando estos días, no es descabellado pensar en Los Soprano, donde no se trata de la cosa publica sino de la cosa nostra.

Sin embargo, el espectáculo inconmensurable del ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido, en el Senado, parece parte de otro guión, quizás de Veep, esa serie brutal, sin filtros, acerca de una vicepresidenta muy descarada y su equipo de improvisadores.

Ese momento en el que sale en defensa de su secretario de Estado, José Antonio Nieto, sorprendido in fraganti atendiendo al hermano del encarcelado expresidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, en pleno fragor de la Operación Lezo, y a satisfacción de éste, según las escuchas, merece un repaso.

El ministro y ex alcalde de Sevilla formula con énfasis, es preciso recordarlo, una pregunta retórica: «¿Usted se cree que somos tan tontos de querer destruir pruebas o cometer alguna de esas barbaridades a las nueve de la mañana en el despacho o que nos hubiéramos ocultado como hacíamos antes?».

Se lee una y otra vez, se escucha en bucle y sigue pareciendo increíble.

De todo esto a lo que estamos asistiendo, el ministro que envía ánimos a un investigado; el que manda a los jueces a escardar cebollinos, las amenazas de fiscales a fiscales, los manejos para colocar en los tribunales a los más favorables como modo de colaborar en la lucha contra la corrupción, y demás horrores, la declaración en sede parlamentaria del responsable de Interior asombra de manera especial.

Como pregunta que es, requiere respuesta. ¿Creemos tan tontos a los miembros del Gobierno como para traficar con influencias a las 9 de la mañana? ¿Es demasiado pronto? ¿quizá más tarde? Y lo que es mejor ¿reconoce que ellos antes sí lo hacían? Parece evidente.

¿De qué va esto? ¿es una broma cruel? ¿un freudiano acto fallido? ¿una boutade de un responsable público? Llegan hasta el sur rumores insidiosos acerca del malestar en el complejo submundo del departamento, tan agitado por luchas varias, y sus dificultades para hacerse con el mando, así como comentarios variados sobre su exageradamente amplia agenda sevillana, pero nada de eso explica que haga en voz alta semejantes preguntas. La gente no está para sutilezas.

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