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MIRANDO AL MAR

Discreción y crispación

A los buenos se les ve poco, pero la sociedad debe reaccionar ante aquellos que atacan la convivencia de la mayoría

JOSÉ MANUEL BERMUDO

Jueves, 27 de abril 2017, 10:13

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LA máxima periodística de que hombre muerde a perro es más noticia de que perro muerde a hombre es de una lógica aplastante. Es lo raro. Seguramente será válida durante mucho tiempo, a no ser que las circunstancias cambien radicalmente, que tampoco sería de extrañar.

En Málaga ha muerto hace unos días un joven de veintidós años a causa de una paliza cuando él solamente pretendía separar a quienes se estaban enfrentando con violencia. Era un buen chico, que había seguido las indicaciones de su familia en una educación familiar correcta, en la que se destacaban los buenos valores. Sin llegar nunca al sufrimiento de su familia, que debe ser inmenso, esta sociedad debería preguntarse cómo hemos llegado a esto y plantearse qué es lo que estamos haciendo para que cualquier chispa produzca unos resultados tan trágicos.

¿Cómo le explicamos a nuestros hijos que la buena educación puede servir para que te avasallen y hasta te maten? Después, estas noticias quedarán olvidadas y serán superadas por otras de igual calibre o incluso superiores. Y como estamos hartos de que estas cosas ocurran es muy posible que muchos miremos para otro lado con la excusa de que ya tenemos nuestros propios problemas. Hasta que nos toque directamente, que podría ocurrir. Y entonces notaremos el vértigo que produce esta sociedad en la que cada cual parece querer encerrarse en su mundo para no verse implicado en otros conflictos.

A veces tenemos la sensación de que el mundo en el que vivimos no nos ofrece otras alternativas y que hay que conformarse con lo que nos llega. Pero no es así. El bocado del hombre al perro es una excepción y hasta los perros muerden menos de lo que parece. Hay un mundo de ilusión, de trabajo, de sacrificio, de gente que lucha por una buena causa, pero que los canallas que andan sueltos solapan con sus malas artes.

Estos días, por poner un ejemplo, se están celebrando los cincuenta años de la Escuela de Hostelería de Marbella, el Bellamar, por la que han pasado treinta y cinco mil estudiantes en las diferentes especialidades impartidas. Esta escuela ha realizado su trabajo con tal discreción que parece que no existía. Por lo menos no la conocían algunos, ya que su discreción ha sido hasta destacable en su propio mundo. Es decir, mientras salían profesionales que se los disputaban las empresas del sector turístico la fama se la han llevado otras de las que surgían estrellas gastronómicas con gran proyección mediática. Casi nadie conoce los nombres de los profesores y hasta el sistema de enseñanza, pero ahí están, pasando tiempos mejores o peores (en un tiempo fue también hotel escuela) y dando oportunidades a tantos jóvenes que han querido salir hacia adelante aplicándose en sus estudios. Con discreción y con rigor. En esta escuela se han criado aquellos profesionales que hoy son la base de la hostelería de la Costa del Sol. Una institución decana que no ha estado en primera página de la actualidad, porque muchas veces no es necesario eso, aunque estemos en un mundo en el que parece que todo tiene que tener transcendencia televisiva.

Por cada treinta y cinco mil estudiantes que siguen con seriedad su preparación salen por otro lado algunos desalmados que patean a jóvenes, que provocan desbandadas en las procesiones ocasionando el pánico por diversión, o canis y ninis que circulan por las calles haciendo demostración de que han entendido mal la libertad y que consideran que pueden hacer los que les de la gana. Ellos son los que más llaman la atención, pero no podemos caer en el error de que esa sea la mayoría de nuestros jóvenes. A los buenos se les ve poco, pero la sociedad debe reaccionar ante aquellos que atacan la convivencia de la mayoría. A ver si al final la noticia normal será la de que el hombre muerde al perro, y no lo contrario.

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