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LA ROTONDA

Fénix del mar

Ignacio Lillo

Miércoles, 26 de abril 2017, 08:08

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Espero que el tsunami definitivo me pille en el balneario. No es sólo por decir good bye en una nota tan ricamente, como cantaba Manolo García; con una puesta de sol frente a la Bahía, una copa de Botani y un espeto en la mesa. Es que no hay en Málaga un sitio con una mayor capacidad de recuperación, ni que lleve los palos con mayor dignidad que los Baños del Carmen. Ya habrá aguantado temporales en sus casi cien años de historia y ahí está, viendo pasar las horas frente al mar que reclama su lugar cada vez con más frecuencia. El último ha sido el peor, no se vivían olas tan fuertes en más de dos décadas, y cuando pasé por allí el viernes, de gira por los desastres playeros, me pareció que le iba a costar salir de aquella, a la vista de los sacos terreros en las puertas del salón y el personal achicando agua y salitre corrosivo a punta pala.

Cerraron el viernes y el sábado; y el domingo ya estaba abierto, como si no hubiera pasado nada, con su terraza radiante y ni rastro de los 40 centímetros de arena y rocas que habían quedado como un manto de desolación. Tampoco del gigantesco socavón que había en la entrada, ni de los muros derruidos, que habían vuelto a levantarse. En 48 horas.

Los malagueños se volcaron, como lo hacen siempre con las causas nobles, y el día de la eterna reinauguración la terraza iba a reventar, entre familias de siempre, turistas de ahora y niñas de primera comunión. Así es el balneario. El Fénix del mar, que cuanto más hundido parece, con más fuerza resurge. Camareros, cocineros y técnicos, hasta contar 60, llevan incluido en el uniforme las botas de agua y el flotador, pero se bastan para hacer frente a la peor tempestad. La máquina está bien engrasada, igual para servir al público que para salvaguardar un Bien de Interés Cultural. Miedo da pensar que alguna vez pudiera caer en manos de la Administración. ¿Que viene un temporal y lo hace polvo? Pues convocamos un concurso para adjudicar las obras. Y cuando vayan a empezar el primer contrato ya está la siguiente ola en la puerta.

Es evidente que es un negocio, un buen negocio, y por eso siempre hay prisa por reabrir. Pero es mucho más que eso. Hay que tener mucho cariño y mucho respeto por un sitio para tratarlo con tanto mimo, como el segundo hogar que es para varias generaciones de malagueños. Por eso duele tanto que las soluciones ni estén ni se les espere; que nadie en la Junta ni en Costas va a mover un dedo por proteger la joya marítima de Málaga, que sólo pide un espigón frontal para frenar las bofetadas de agua contra sus fachadas centenarias.

Da lo mismo. El balneario se hundirá y volverá a salir a flote una y otra vez así que venga un tsunami. Porque es indestructible. Porque es el Fénix del mar.

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