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LA TRIBUNA

En el Día de la Provincia

Los siete presidentes democráticos de la Diputación recibirán la medalla de oro. Reconocemos a los políticos, a los hombres que se esforzaron y trabajaron por la provincia

FRANCISCO CONEJO. PORTAVOZ DEL GRUPO SOCIALISTA EN LA DIPUTACIÓN DE MÁLAGA

Martes, 25 de abril 2017, 09:08

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En una entrevista en Sur en 2009, Enrique Linde, primer presidente de la Diputación en la recién recuperada democracia, afirmaba que la inmediata tarea que tuvo fue convertir la institución provincial en un «referente democrático para los ayuntamientos» y contribuir a la consolidación de la democracia respondiendo a las grandes expectativas que la ciudadanía había depositado en la política. Han pasado casi casi 40 años y rememorando aquellos tiempos surge de inmediato la pregunta: ¿no estamos ante el mismo reto político?

Este 26 de abril celebraremos el Día de la Provincia, una conmemoración con motivo de la constitución de la primera Diputación democrática, por tanto, una auténtica reivindicación de los valores de convivencia, pluralidad y consenso que marcaron una época y que suelen ser buenos indicadores de la salud de nuestras instituciones. No porque considere que la estación última de la democracia sea el acuerdo y el pacto, sino porque esa capacidad de recorrer el camino del consenso es garantía de que la confrontación ideológica se hace con una intención de utilidad para resolver los problemas; después vienen las mayorías (en tiempos de minorías de gobierno) que alumbran las normas y leyes.

En esta edición, las siete personas que han presidido hasta 2011 la institución provincial -Enrique Linde, Luis Pagán, Antonio Maldonado, José María Ruiz Povedano, Luis Vázquez Alfarache, Juan Fraile y Salvador Pendón- recibirán la medalla de oro de la provincia. Reconocemos a los políticos, a los hombres que se esforzaron y trabajaron por la provincia, pero de manera colectiva contribuimos a la dignificación de la política, reforzamos el compromiso democrático de la institución y recorremos su historia reciente y la de la provincia.

Es un hecho de normalidad democrática el acuerdo unánime alcanzado por todos los grupos. Incluso los partidos de la mal llamada nueva política han secundado una propuesta que reconoce una intensa labor política durante unos años -la Transición y las primeras décadas de democracia-, que sufren a día de hoy una inmerecida lectura por parte de algunos líderes políticos. Una institución política es un continuo histórico; me atrevería a escribir que se gobierna la herencia al tiempo se lega la propia. Una visión adanista del gobierno de lo público nos debilita. En cambio, saber reconocer la obra, con sus luces y sombras como cualquier obra humana, de quienes estuvieron antes, dignifica el ejercicio político. Es una política en mayúsculas al ser ésta constructiva. Esta corporación provincial es la más plural de los últimos años, sin que sea un mérito democrático por sí mismo, más bien un reto. Un gobierno en minoría y la llamada aritmética obliga al gobernante al diálogo permanente y, por tanto, a buscar alianzas. Se rompen los bloques tan definidos de gobierno y oposición, y la responsabilidad es compartida por todos los grupos políticos. En el pleno de investidura, como portavoz del Grupo Socialista, hablé de cogobierno porque entendí que existe una mayor capacidad de transformación en cada voto de la corporación provincial, pues el valor numérico no siempre se corresponde con su valor político. Este acuerdo de reconocimiento de los presidentes provinciales nos une, por encima de adscripciones partidistas e ideologías, en la convicción de que una Diputación sana contribuye a la salud de la democracia en nuestra provincia. Es un acto útil para la pedagogía democrática. Así lo pensamos los socialistas en la Diputación.

En este mandato provincial, la pluralidad de la corporación responde a una provincia que ha profundizado en esa amplitud de puntos de vista. Se da el caso de que algunos grupos políticos abogan por la desaparición de la propia institución. Entenderán, por tanto, la envergadura de nuestros retos presentes como institución, siempre en entredicho, obligada a justificarse día a día. La Diputación tiene que cumplir, parecer y justificar. Es lo que ha hecho en las últimas cuatro décadas. No ha sido fácil.

Esa historia se ha construido desde la historia. Los primeros años vinieron marcados por la democratización de la institución y por señalar su objetivo fundacional: la asistencia a los ayuntamientos pequeños y medianos. Enrique Linde, Luis Pagán y Antonio Maldonado sentaron las bases estratégicas de la institución y de la provincia, con presupuestos escasos que fueron a parar a infraestructuras básicas pero transformadoras en los pueblos, de ahí ese reconocimiento a la Diputación en ellos, que estuvo detrás de que el saneamiento llegara a miles de hogares, por citar un ejemplo. Todo empieza en esa época: los servicios sociales, las políticas de igualdad, la promoción turística, la cultura accesible en los pueblos, etc.

Al tiempo que se hacía provincia la institución como administración pública crecía buscando su espacio siempre entre la autonomía (con la que se firmaban acuerdos a la vez que se tenían pleitos competenciales), el Gobierno central (el financiador) y los ayuntamientos (nuestra razón de ser). Muy sensible a las crisis económicas, la Diputación comienza los años 90, con Ruiz Povedano al frente, con los recursos mermados. Son tiempos de reorganización sin los cuales no hubiera sido posible la expansión de finales de década con Vázquez Alfarache. Los dosmiles serán el salto cualitativo. Con Juan Fraile, la Diputación lidera la promoción turística de la provincia y la modernización administrativa y política caracteriza su presidencia y la de Salvador Pendón. Nueva sede y nuevo modelo político para la institución: la concertación. Ésta representó un nuevo comienzo de las relaciones entre la Diputación y los ayuntamientos. De la supramunicipalidad a la intermunicipalidad. La Diputación dejó de ser el ayuntamiento de los ayuntamientos para tener una relación con éstos que garantizaba un reparto justo y equitativo de los recursos. Esa línea debe ser la guía maestra de los años futuros: una Diputación al servicio de los ayuntamientos pequeños y medianos. Cada vez que la institución se sale de ese carril y se dedica a otras cuestiones, la cosa acaba mal.

Durante la entrega de las medallas vendrán recuerdos de estas últimas cuatro décadas. El poeta francés Géraldy decía que llegará un día en que nuestros recuerdos serán nuestra única riqueza. Sea verdad o no, seguro que una institución que no recuerda justamente es una institución más pobre. Este Día de la Provincia nos enriquecerá política y humanamente. Feliz Día de la Provincia y enhorabuena a los presidentes democráticos de la Diputación de Málaga.

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