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Nazis de paisano

MANUEL VILAS

Jueves, 30 de marzo 2017, 09:25

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Cada cierto tiempo irrumpen en escena las ideas apocalípticas sobre el fin de la humanidad, a veces secundadas por importantes intelectuales, filósofos y científicos. El cambio climático, el deterioro o la muerte del planeta, el advenimiento de políticos populistas, el terrorismo, son ideas que se exhiben para decirnos que el fin está cerca. Pues bien, todo eso, en mi opinión, es mentira.

Estoy convencidísimo de que el ser humano es indestructible. Estoy convencido de que no solo no nos extinguiremos nunca, sino de que vamos a triunfar sobre el universo. Lo que sí me pone melancólico es saber que me voy a perder el espectáculo de lo que vendrá. Es muy posible que pudramos la tierra, pero tampoco pasa nada por pudrir un planeta si hay miles por ahí dando vueltas sin cometido alguno. Eso dicen los astrónomos, que hay miles de planetas sin usar, con el precinto sin abrir, sin desembalar. Gastar un planeta es como gastar un cuerpo. Si vives, te gastas.

La tierra se ha pasado millones de años existiendo en el vacío, como un pedrusco sin nada interesante que hacer. Yo creo que nos agradece la vidilla que le estamos dando en estos últimos cien años. La estamos calentando, eso es verdad. Tiene que estar notando nuestra presencia. Cuando se caiga a pedazos, ya nos iremos a otro planeta. Y si no encontramos otro, le pondremos una venda y una buena dosis de antibióticos y mercromina a este que tenemos.

Lo que sí puede matarnos es el miedo. Resurge el miedo cada vez que se decreta la llegada del fin del mundo. La forma de luchar contra los apocalípticos es disfrutando de la vida. La vida es buena siempre. La mejor forma de luchar contra el terror es con la democracia. La democracia y la vida son la misma cosa. La primera baja que suele cobrarse el miedo es la imaginación. Hace falta tener muy poca imaginación para pensar un universo sin el ser humano. Porque un universo sin hombres y mujeres sería, simplemente, un auténtico aburrimiento.

Vienen formas agrias de hacer política, lo estamos viendo en todo el mundo, formas grises, ásperas. La nueva política internacional tiene por objetivo la humillación del ciudadano libre. Es necesario reivindicar el sentido del humor y el sentido mediterráneo de la vida. El placer y la risa son también riqueza política. El nuevo escenario internacional quiere ser como el universo: un orden vacío, abstracto, sin mujeres y sin hombres. El miedo quiere apoderarse de las urnas. Más pasión y menos nazis, eso necesitamos. Porque los nazis ahora visten de paisano. Y así no hay forma de distinguirlos. Y buscan lo de siempre: quemarnos el corazón.

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