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LA TRIBUNA

La reforma fiscal estadounidense

Estados Unidos es uno de los pocos países del mundo que no tiene implantado un impuesto sobre el valor añadido (IVA). Este se aplica según el denominado principio del país de destino

JOSÉ M. DOMÍNGUEZ MARTÍNEZ. CATEDRÁTICO DE HACIENDA PÚBLICA DE LA UNIVERSIDAD DE MÁLAGA

Martes, 28 de marzo 2017, 08:01

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En el primer debate presidencial estadounidense celebrado a finales del mes de septiembre de 2016 entre los dos contendientes a ocupar el Despacho Oval, Hillary Clinton y Donald Trump, la palabra 'impuesto' fue mencionada en más de cuarenta ocasiones. Las medidas tributarias tienen desde hace años un destacado protagonismo en la arena política norteamericana, por lo que difícilmente puede causar sorpresa que sea uno de los ejes de la controversia que viene caracterizando, desde el primer minuto, la 'era Trump'.

Una reforma fiscal auténticamente revolucionaria, planteada desde hace algún tiempo por los congresistas republicanos, constituye uno de los ejes de la política económica asumida por la nueva Administración y, de llevarse a cabo, implicaría una sacudida de los cimientos sobre los que descansa el sistema impositivo a escala internacional. Un sistema impositivo, dicho sea de paso, falto de coordinación e incapaz de adaptarse a las nuevas realidades sociales, económicas y financieras.

Estados Unidos tiene el impuesto sobre sociedades con el tipo de gravamen más alto del mundo (35%, y prácticamente el 39% si se incluye la tributación estatal). Además, teniendo en cuenta que las sociedades estadounidenses son gravadas por su renta global, se genera un estímulo para que las multinacionales, haciendo uso de la contabilidad creativa, trasladen gran parte de sus beneficios a filiales extranjeras o lleven a cabo procesos de 'inversión fiscal' mediante la reubicación de su sede central en países con regímenes fiscales más favorables.

A esta situación viene a unirse otra peculiaridad, ya que Estados Unidos es uno de los pocos países del mundo que no tiene implantado un impuesto sobre el valor añadido (IVA). Este se aplica según el denominado principio del país de destino: las exportaciones quedan libres del IVA del país exportador con objeto de que sean gravadas en el país de importación en igualdad de condiciones fiscales que los bienes producidos en este último.

Algunos políticos y empresarios norteamericanos consideran que, como consecuencia de lo anterior, se origina una discriminación para los bienes producidos en Estados Unidos. Hay que destacar que no es así, ya que los bienes que entran en este país llegan sin IVA y son sometidos al mismo tratamiento fiscal que los fabricados allí. No obstante, puede ser necesario efectuar algunas matizaciones.

Con tales antecedentes, en junio de 2016 fue presentada la propuesta de reforma fiscal del Partido Republicano en relación con el gravamen de los beneficios empresariales, basada en cinco elementos:

I) Reducción del tipo de gravamen del impuesto sobre sociedades al 20%.

II) Deducción inmediata del coste de las inversiones en equipo e infraestructura, en lugar de deducir las amortizaciones a lo largo de una serie de años.

III) Eliminación de la deducibilidad de los intereses correspondientes al endeudamiento.

IV) No tributación en Estados Unidos de los beneficios empresariales obtenidos en el extranjero.

V) Aplicación de los denominados 'ajustes fiscales en frontera': al calcular los beneficios gravables, las empresas restarían los ingresos por la exportaciones de bienes, mientras que no podrían deducir el coste de las importaciones.

Los cuatro primeros elementos de la reforma conllevarían sustanciales ventajas: desaparecería el incentivo para trasladar artificiosamente beneficios a otras jurisdicciones, se pondría fin a la distorsión existente según la forma de financiación de las inversiones empresariales, con deuda o con recursos propios, y se reduciría el coste de uso del capital, por la doble vía de rebajarse el nivel de la tributación y de posibilitar deducir inmediatamente el coste de los activos.

El quinto rasgo tiene una lectura algo más complicada (así, de hecho, le parecieron inicialmente los ajustes en frontera al presidente Trump) y es el que aparece como el principal foco de polémica. A primera vista, podría entenderse que los mencionados ajustes en frontera equivalen simplemente a un arancel a las importaciones y a una subvención a las exportaciones, respectivamente. Hay economistas que, sin embargo, sostienen que tales medidas no tendrían realmente ningún efecto sobre el saldo comercial estadounidense. La razón es, en principio, bastante sencilla: en un entorno de tipos de cambio flexibles, determinados por la oferta y la demanda, los movimientos de mayores exportaciones y menores importaciones estadounidenses darían lugar a una apreciación del dólar que contrarrestaría los efectos de los ajustes. Otros economistas se muestran escépticos respecto a que en la práctica se verifique ese resultado que se deriva de la teoría económica.

En cualquier caso, es bastante probable que la Organización Mundial del Comercio, que avala los ajustes en frontera en el caso del IVA, cuestionase su aplicación en relación con la tributación de los beneficios empresariales. De adoptarse finalmente por Estados Unidos, estaría garantizada una ardua batalla legal, como la que, hasta ahora en el plano de la comunicación, se ha desatado ya entre las grandes corporaciones exportadoras e importadoras norteamericanas.

Es cierto que la propuesta republicana es objetable según los estándares fiscales vigentes, pero la situación que se suscita es parecida a la que se daría en un país que mantenga unas bajas cotizaciones sociales gracias a que utiliza un IVA elevado. De hecho, el impuesto planteado guarda una considerable similitud con el IVA aplicado actualmente, combinado con una deducción para los costes salariales. Circunstancialmente, hay quien ha sugerido renunciar a esta desgravación de las retribuciones, e introducir una ventaja fiscal equivalente en alguna otra zona del sistema impositivo. Por otro lado, si Estados Unidos introdujera un IVA 'ortodoxo', reduciendo la carga de la fiscalidad directa, nos encontraríamos ante un problema semejante.

Lejos de poder despacharse de un plumazo, la propuesta de reforma fiscal impulsada por los congresistas republicanos, avalada por reputados economistas, merece ser objeto de un análisis serio y en profundidad, a fin de poner de relieve y ponderar meditadamente sus ventajas e inconvenientes. En tal sentido, representa un regalo de un valor inestimable para la enseñanza de los impuestos y el debate sobre las opciones fiscales.

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