Borrar

Basura

JUAN FRANCISCO FERRÉ

Martes, 28 de marzo 2017, 07:59

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Alo mejor no me he enterado de nada, pero yo daba por hecho que la basura de la televisión venía de la vida y la telebasura era lo más parecido a la vida que se podía ver en una pantalla. Por eso me reí a carcajadas la otra noche viendo a un reputado periodista, un machaca profesional de distintas tertulias televisivas, achacar el morbo actual por los rancios amoríos del Rey emérito a la influencia degradante de la telebasura en el gusto de los súbditos españoles.

Ya puestos, por qué no remontarnos a las postrimerías del tiempo analógico para investigar con rigor los orígenes del mal y señalar dos grandes precursores de la hegemonía de la vulgaridad audiovisual, por repetir las simplezas del tertuliano: las codificadas superproducciones de porno político del CESID y el monarca cincuentón que traía en jaque a la inteligencia del país con sus devaneos polígamos. Imagino a más de un ministro de entonces, teniendo en cuenta la vida sexual de aquellos ministros de antaño, secándose el sudor y salivando de placer al escuchar a solas las obscenas grabaciones de los agentes.

Con todo, el análisis del periodista pecaba de estrecho. Para buscar causas históricas a los vicios impopulares que aquejan a la imagen de marca de la monarquía española, podía haber hablado del difícil encaje de una dinastía libertina en la casta tradición nacional. Los Borbones nunca engañaron a nadie sobre el orden de preferencia de sus bajas pasiones. La revolución francesa vino a probarlo con sangre, cortándole la testa al rey y a la reina, además de partes íntimas más escandalosas. Y Felipe V, primer Borbón español, logró transformar el siniestro y castizo Madrid de comienzos del dieciocho en una corte cachonda y rumbosa.

Días después del primer asalto a la palpitante cuestión, volví a partirme de risa con la réplica escrita de otro famoso periodista, de signo político opuesto, mucho más preocupado por preservar la impunidad del presidente de Gobierno y los ministros implicados en el frívolo fisgoneo de las confidencias regias que por defender lo indefendible, la consabida alegría borbónica. La voz de su amo se atrevía a descalificar, con prosa apresurada, a voceros de otros amos más poderosos por la difusión polémica de calumnias sobre quienes supuestamente autorizaron el espionaje para capitalizarlo luego en forma de posible chantaje al Rey.

Ahora sabemos, gracias a este cutre rifirrafe del periodismo basurero, que la escabrosa vigilancia del CESID, mediando o no el consentimiento de los gobernantes socialistas, coincidió con la invasión mediática de empresarios mafiosos como Berlusconi, recién desembarcado en esta tierra virgen con todo el despliegue de cultura, belleza y refinamiento que debe exigirse siempre a los italianos.

No sé de qué se extrañan algunos. Cuanta más basura hay en televisión más se parece esta a la vida real.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios