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LA ROTONDA

La torre maniquea

Pedro Luis Gómez

Sábado, 25 de marzo 2017, 10:22

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LA compleja idiosincracia malagueña suele hacer, de entrada, que nos opongamos a casi todo. Es verdad que cuando hablamos de 'Málaga' todos nos imbuimos de la absurda autoridad de hacerlo en «en nombre de todos», cuando en realidad deberíamos hacer un ejercicio de humildad y 'acotar' en no mucha extensión el grado de influencia. Vamos, que la mayoría de la ciudadanía bastante tiene con salir adelante todos los días como para ocuparse de asuntos que suelen ser nimios para quienes, de verdad, tienen que darle de comer a tres hijos con 1.200 euros al mes o quien lleva años buscando un puesto de trabajo, o luchando contra una enfermedad. Aquí apelamos en nombre de lo colectivo con una facilidad que raya en lo ridículo. Aclarando este tema, reitero que aquí somos (generalizando banalmente, repito) así: sin hacer un ejercicio extremo de memoria se me vienen a la mente casos como el de los comerciantes que se opusieron contra viento y marea a que El Corte Inglés se instalara en Málaga primero y después que estuviera en la plaza de Uncibay (de lo que se han arrepentido para siempre), a los que lucharon contra el 'innecesario' parking de la plaza de la Marina, a que se quitara el tráfico del centro (recuerdo los carteles en contra del alcalde por su decisión en cafeterías y bares de éxito que, curiosamente, están aún abiertos hoy gracias a ello), a que no se dejara un carril para los vehículos ligeros en calle Larios (sería una calle más, no la joya que es hoy), a que se tirara el Silo (hoy no existiría el Palmeral de las Sorpresas), a que se adquiriera la casa natal de Picasso («nunca hizo nada por Málaga, y no sabemos por qué hay que gastar tanto dinero»), a la noria dichosa que al final se ha convertido en estampa turística, incluso a que se finalicen las obras de la torre inconclusa de la Catedral o a tantas y tantas cosas. Ahora le toca el turno a la famosa torre del puerto, o al hotel, como quieran. Ocurre, tal como recordaba Antonio Soler aquí en SUR, que Málaga es 'muy de fases': ahora me da por todo lo nuevo, ahora por todo lo viejo, dependiendo del viento.... Ahora parece que nos ha dado por el conservacionismo a ultranza y apelamos al legado que dejaremos a nuestros hijos; ahora a romperlo todo para que todo sea nuevo, sin importar nada. Ni una cosa ni otra. Una torre en el puerto no rompe la imagen ni el horizonte de Málaga, rota por otras muchas cosas, entre otras consideraciones, porque esa imagen sólo está al alcance de cruceristas y dueños de barcos y de algún valiente 'capitán de hidropedales', o sea, que el impacto visual puede ser para un 1 por ciento de la población, pero nadie tiene la verdad absoluta y es muy positivo controversia. Lo que no es de recibo es que haya quienes se atribuyan 'títulos nobiliarios' por defender la causa negativa: o sea, los buenos son los que están en contra, y los malos los que estamos a favor (yo me declaro así). Yo quiero una Torre Eiffel para Málaga, o un Pompidou, o un Palacio de la Ópera como el de Sidney o un hotel de lujo donde resiste la pared derruida de una pensión, y lo digo con la misma libertad, creo, de quienes opinan lo contrario, a los que respeto. Sólo pido eso también, respeto para quienes pensamos lo contrario, y eso parece que muchos lo han perdido. Ya verán hoy en twitter.

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