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VOLTAJE

Catar el hotel

Resulta inconcebible que haya gente que piense que esta ciudad debe copiar el modelo de Barcelona

Txema Martín

Viernes, 24 de marzo 2017, 07:52

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Hay que comenzar diciendo que a mí este proyecto catarí de hotel en el dique de levante me sugiere más dudas que certezas: no sé si será bueno o malo para Málaga. No sé si va a crear empleo de calidad o si terminará de convertirnos en los sirvientes o en los botones de media Europa. Con toda la intención de encontrar alguna respuesta, acudí al acto que organizó al respecto este periódico, que por cierto ha sido el único debate abierto que se ha celebrado en esta ciudad, y terminé envuelto en una maraña de opiniones; ninguna de ellas fue capaz de convencerme. Vale que la ubicación exacta del hotel lleva sobre la mesa mucho más tiempo del que creemos. Vale que el puerto de Málaga tiene que continuar el proceso de abrirse a la ciudad, aunque eso ocurrirá el día en el que alguno decida acabar con esa verja que nos separa. Pero también es muy difícil compartir ciertas reflexiones. Por ejemplo, resulta inconcebible que haya quien opine que esta ciudad deba copiar el modelo de Barcelona. Tampoco comparto ciertos argumentos espumosos, pero vamos a ser claros. Hasta donde he visto, a mí el hotel del puerto me da vértigo porque es desproporcionado con el entorno y porque creo que supone una barbaridad urbanística, pero esta es una opinión tan personal que quizás no valga la pena tener en cuenta. El fondo de este debate no reside en el buen gusto. Esta cuestión no es en absoluto estética, ni siquiera arquitectónica, pero sí merece una reflexión profunda sobre cuál queremos que sea el futuro que le espera a esta ciudad.

El impacto visual del hotel del puerto es tan radical que merece mayor consenso. Por ejemplo, el hecho de que el PSOE esté de acuerdo con este proyecto es difícil de asumir. La imagen de este rascacielos resulta incómoda porque supone la estocada definitiva a una ciudad que parece destinada a rendirse para siempre al 'boom' pasajero del turismo, a perder definitivamente su identidad para convertirse en un servicio. Este es, por lo tanto, un debate emocional.

Dicen que el hotel va a suponer una muestra inequívoca de progreso. El progreso sería, para empezar, que no hubiera un porcentaje tan dramático de malagueños situados en el umbral de la pobreza. El progreso sería tener unos servicios públicos de los que sentirnos orgullosos y que no dejaran tirado al ciudadano a la primera de cambio. El progreso reside también en la dignidad de una ciudad que tiene una historia suficiente como para no convertirse en un mero escaparate. El progreso son también cosas simples y pequeñas, como que no tengamos que convivir con ese sistema de cableado de electricidad en los barrios. El progreso es que la ciudad no se inunde cada vez que caen cuatro gotas. El progreso es que pongamos solución a problemas vitales o que mejore nuestra calidad de vida. El progreso debe hacernos mejores a nosotros, y no sólo a quienes vienen a visitarnos.

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