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LA TRIBUNA

El sillón 38

Ramón y Cajal, 50 años después de su muerte era, según el Science Citation Index, el autor clásico más citado por los contemporáneos, superando a otras figuras como Albert Einstein o Charles Darwin

PEDRO SERRANO. JEFE DEL SERVICIO DE NEUROLOGÍA DEL HOSPITAL REGIONAL CARLOS HAYA

Martes, 14 de marzo 2017, 08:51

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Durante mi ultima visita a la Real Academia Nacional de Medicina, con ocasión de la concesión del Premio Nacional Epilepsia del año 2015, tuve la oportunidad de tomar esta instantánea de uno de los sillones sitos en el fastuoso Salón de Actos de la respetable institución académica. Para la mayoría no tendrá un significado especial, pero para mi sí. Y no por ser de alto valor artístico ni por estar fabricado por material de nobleza especial. Todo lo contrario. Lo que suscita el interés de este modesto sillón no es algo intrínseco del mismo, si no más bien heredado de quien lo usó. Verán, se trata del sillón que ocupó durante su vida académica D. Santiago Ramón y Cajal, el científico más importante que ha conocido nuestra piel de toro.

Ramón y Cajal, nacido en el pequeño pueblo de Petilla de Aragón hace 165 años protagonizó una de las historias de investigación científica más apasionante que la humanidad ha conocido. No en vano, dedicó medio siglo de su vida, el periodo comprendido entre 1887 y 1934, a la realización de un inmenso, solitario y meticuloso trabajo que le llevó a demostrar que el sistema nervioso del ser humano y los vertebrados estaba constituido por billones de elementos independientes interconectados entre sí y organizados en redes neuronales y a elaborar proféticas teorías acerca de su desarrollo, funcionalidad y plasticidad muchas de las cuales han sido comprobadas por las modernas técnicas de la neurociencia actual. Estos descubrimientos le encumbraron como uno de los investigadores más relevantes en biomedicina en la historia de la humanidad.

Hay consenso actual en que este monumental trabajo constituye hoy día la base de disciplinas como la neuroanatomía, neurofisiología, neuropatología y neuroembriología y lo identifican como el verdadero fundador de la moderna neurociencia. Además, se puede afirmar que la impronta de la obra de Cajal en la memoria colectiva de todo un pueblo ha tenido traducción en aspectos científicos, pero también filosóficos, sociales e incluso políticos en casi igual medida, tal y como reconocía de manera precoz el insigne Gregorio Marañón.

En este sentido, podemos aportar algunos datos que, sin duda, llamarán la atención, cuando no dejarán perplejo, al lector curioso. Así, por ejemplo, Ramón y Cajal, 50 años después de su muerte era, según el Science Citation Index, el autor clásico más citado por los contemporáneos, superando a otras figuras de la ciencia universal como Albert Einstein, Charles Darwin, Claude Bernard o Rudolph Virchow.

Cajal recibió un total de 65 nominaciones al premio Nobel, 63 de ellas antes de su concesión y aún dos, después, abogando por un segundo Nobel. Era, por tanto, un clamor de la comunidad científica y, tal vez por ello, la rígida academia sueca no tuvo más remedio que terminar dando su brazo a torcer en favor de un científico español. Nunca después se ha producido esta circunstancia, a pesar de que han existido candidatos con méritos sobrados para el galardón. La única excepción, nuestro otro Nobel en Medicina, Severo Ochoa. Pero este, claro, recibió el Nobel como ciudadano estadounidense. Cabe la duda de si la historia hubiera sido la misma si hubiera seguido siendo un simple asturiano.

Reto al lector a que realice un ejercicio: Intenten decirme un solo pueblo de cierta envergadura en España que no tenga una calle, plaza, colegio, biblioteca, parque municipal o cualquier otra institución pública que no tenga el nombre del científico. Y la pasión por Cajal no queda restringida a nuestras fronteras. Que se lo pregunten si no a los responsables de las misiones científicas de la NASA, que no dudaron dedicarle una misión, a la que denominaron Neurolab y cuyo objetivo fue estudiar los efectos de los vuelos espaciales en los circuitos cerebrales. En esta misión una muestra del legado del científico español viajó al espacio y desde allí se divulgó a millones de personas en el mundo.

La última muestra de la trascendencia universal así como la vigencia de la obra de Cajal, la tenemos en la recientemente inaugurada exposición en Estados Unidos que recopila los dibujos del genio aragonés, organizada por el Weissman Art Musseum de la Universidad de Minessota en colaboración con el CSIC, que está batiendo records de asistencia y mereció un reciente editorial en el 'New York Times'.

Pues bien, después de lo dicho, lo que me sume en un sentimiento de profunda desesperanza es ver como la figura y el ejemplo de lo que Cajal representó en la ciencia española, ha quedado diluida hasta ser prácticamente irreconocible en la mentalidad colectiva de nuestra dañada sociedad actual. No es esto, sino otra manifestación de la pérdida acusada de aquellos valores que, en definitiva, son los que hacen a un pueblo grande.

Es necesario, casi urgente, me atrevería a decir que nuestra sociedad recupere algunos de estos referentes. El día que el sillón 38, con todo el significado que he intentado glosar en estas líneas, se convierta en un referente para nuestras nuevas generaciones, podremos decir que pertenecemos a una sociedad avanzada. Mientras tanto, tendremos que conformarnos con ser un pueblo que no pasa de venerar a los modernos bufones televisivos y sus más que dudosos valores morales.

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