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CARTA DEL DIRECTOR

La hora de Torremolinos

Manuel Castillo

Domingo, 5 de marzo 2017, 10:16

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Visto lo visto con perspectiva histórica, Pedro Aparicio tenía razón cuando advirtió, como publicó SUR en su día, que la segregación de Torremolinos no iba a traerle nada bueno y que serían los ciudadanos del siglo XXI los que podrían juzgar sus efectos. Hoy, echando la vista atrás, es un dato objetivo el deterioro de Torremolinos como ciudad durante los últimos 29 años. Aquella frase de «Por fin somos catetos», que el entonces líder independentista Pedro Fernández Montes coreó con afán junto a un buen número de ciudadanos, fue un augurio de lo que sería su gestión como alcalde: decadencia del centro de la ciudad, de su oferta comercial, de la Nogalera y Montemar e, incluso, de La Carihuela como referente indiscutible del pescaíto malagueño. Sin olvidar la deuda multimillonaria de las arcas municipales.

Pero hoy asistimos a una nueva etapa en Torremolinos, demostrando que su marca turística es indestructible pese al maltrato de los últimos años. Torremolinos gusta y tiene un atractivo especial como icono vintage del turismo de los sesenta y setenta y son (somos) muchos los que añoran esos años dorados del que fue el gran motor de la Costa del Sol.

Torremolinos es una gran oportunidad para Málaga y viceversa, más aún una vez reanudado el diálogo institucional entre alcaldes que Fernández Montes negó. Ambas ciudades juntas conforman quizás uno de los entornos turísticos, culturales y de ocio con mayor potencial de Europa. La complementariedad es absoluta y estratégica, más aún conectadas por el tren de cercanías y una red de carreteras magnífica. Torremolinos puede aportar mejores playas, más plazas hoteleras, oferta comercial y de ocio y marca internacional. Y Málaga, atractivo cultural, patrimonial y gastronómico. Ello puede permitir que Málaga ensanche su amenazado centro histórico y que Torremolinos gane calidad.

Pero para ello hace falta un enorme impulso inversor en Torremolinos, que pasa por desbloquear los presupuestos municipales y dar luz verde a su nuevo Plan General de Ordenación Urbana. No se entiende, por tanto, la actitud del Partido Popular (PP) y de su líder Margarita del Cid -tampoco de Podemos-, dispuestos hasta ahora a bloquear por segundo año los presupuestos municipales pese a que ello signifique condenar el progreso de Torremolinos. La responsabilidad y el sentido de Estado que el PP reclama tantas veces a los demás debería empezar por ellos mismos.

Ante este momento crucial para Torremolinos, la única razón que se puede vislumbrar es que Margarita del Cid y el PP busquen réditos partidistas, cuando no personales, en esta sinrazón. Y eso sería triste e intolerable. O que sean cautivos del empeño de Fernández Montes en socavar el gobierno del alcalde José Ortiz (PSOE) cueste lo que cueste y caiga quien caiga (incluso montando un partido propio). Esta actitud de unos (Del Cid) y otros (Fernández Montes) puede llevarse por delante la credibilidad del PP en el municipio, pero el verdadero riesgo es que arrase también con el futuro de Torremolinos.

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